martes, 16 de marzo de 2010

El Viaje

Por Ernesto de la Fuente


ADVERTENCIA: Esto es solamente una ficción, de cómo podrían haber sucedido ciertos hechos históricos, de los cuales hemos oído hablar muchas veces, pero que siempre han sido una incógnita para nuestra plena comprensión y aceptación.


6328 despertó repentinamente. Ya era hora de levantarse, y quería hacerse cargo de su turno en el puente lo más pronto posible.

Antes de bajar los pies miró hacia arriba, al camarote donde aún dormía su amiga 6214. Vio el desvencijado somier y sonrió pensando que éste ya no resistiría por mucho tiempo más. Un tercio de sus resortes estaban cortados, y debido a lo descascarado de la pintura, el óxido aparecía por todos lados. Pero ya no importaba, todo podía caerse a pedazos, si quería.

¡Sólo faltaban horas!

¿Qué novedades se habrían producido mientras ella dormía?

Aún no lo podía creer: el viaje estaba llegando a su fin.

Esa idea quimérica, que algunos visionarios hacía 8 años, habían tenido en su agonizante planeta, iba a dar sus frutos.

Desde un comienzo casi todos habían opinado que esto no era más que un suicidio, y hubo un tiempo, casi en la mitad del viaje, que hasta ella había creído lo mismo.

Cuando el planeta comenzó a perecer, primero nadie lo creyó. Luego los efectos fueron tan incuestionables que las altas autoridades del Gobierno Global, tuvieron que hacerlo público.

En 37 años más se acabaría la vida.

La concurrencia a las iglesias aumentó en un 250%, al mismo tiempo que gente de la cual nunca se hubiera sospechado, comenzó a cometer las más deleznables acciones.

Aprovechar: el mundo se va a acabar.

La población ya había disminuído en un 15%, pero los restantes 8.342 millones de seres, seguían sufriendo.

Habían agotado el planeta.

La ciencia hacía décadas que lo venía anunciando, pero siempre fueron acallados por los que gozaban del poder y del dinero: ¡No sean exagerados, siempre va a existir algún nuevo invento que cambiará las cosas a última hora!.... «El que no goza aquí al cielo no va; lo joden aquí y lo joden allá», etc, etc.

Tan sólo 9 años atrás, un matemático había demostrado que el proceso era irreversible.

Primero notaron que la temperatura había aumentado 2 grados en los últimos 20 años, luego se dieron cuenta que estaba aumentando un grado cada 5 años.

Dos años y medio atrás, el día que ellos habían partido, ya el calor aumentaba casi un grado anualmente.

El ozono que hacía filtro de la radiación cósmica, ahora estaba limitado a unas pocas islas gaseosas, que vagaban por la estratósfera, siguiendo las estaciones del año.

Esto verdaderamente logró asustarlos, y en un acuerdo histórico, respaldados por fuerzas militares, se prohibió la fabricación de los gases que descomponían las moléculas del ozono.

Pero ya era tarde. Pronto descubrieron que las moléculas disociadoras que ya estaban en la atmósfera, de todas maneras seguirían destruyendo el ozono, por otros 75 años más.

Sólo los muy ricos podían darse el lujo de viajar constantemente para proteger a sus familias de los mortíferos rayos gama, buscando los lugares donde aún había protección de ozono.

Los rayos ultravioleta ahora azotaban perpendicularmente la mayor superficie del planeta: los océanos.

Los microorganismos que se encontraban en la superficie de los mares, y que constituían el plancton fueron pereciendo, o peor aún: mutando.

Con esto se había destruido el primer peldaño de la cadena alimentaria. Luego los pequeños peces y larvas que se nutrían del plancton empezaron a desaparecer.

Pronto no hubo más ballenas, luego algunas especies de peces dejaron de verse.

Ya el mar no era una despensa, era una alcantarilla.

En los continentes, los efectos fueron similares. Grandes y antiguas ciudades habían ido desapareciendo poco a poco, a medida que subía el nivel de los mares, producto del derretimiento de los hielos polares.

Eso hizo que escaseara el agua dulce.

Ahora gran parte de la población del planeta vivía en ciudades de emergencia, construidas rápidamente en tierras más altas, en base a plástico y metal. Con alimentación de emergencia y agua desalinizada.

Allí sufrían. Allí 6328 había visto morir a su madre de un nuevo flagelo: el K-18.

Se trataba de un nuevo tipo de cáncer de desarrollo mucho más rápido. No más de tres meses. Además persistía rebeldemente la inmunodeficiencia, mal de transmisión sexual que los perseguía desde hacía más de un siglo, y que ahora, después de la promulgación de las leyes de sexualidad electiva, infectaba a casi un 40% de la población del planeta.

Su padre una tarde llegó del trabajo y mostró una pequeña herida que casualmente se había hecho en una pierna, y en menos de 48 horas había perdido la pierna, y tres días después la vida.

Ya las medicinas no surtían efecto. La gente había abusado de ellas.

Las bacterias habían mutado y eran resistentes a cualquier antibiótico.

Su hermano, «ya no era».

Esa expresión había comenzado a usarse hacía como 15 años atrás. Se refería a personas que abandonaban todo para refugiarse en el paraíso de la droga. Allí dejaban de ser, lo que tal vez era lo mejor para ellos.

Al Gobierno Global eso no le preocupaba, e incluso le convenía: dejaban de protestar.

La cocaína, la panacea universal ya no se conseguía, pero había sido reemplazada por la dimetil propil metazona (DPM9) o por otras drogas sintéticas, ahora todas legales, y que mantenían a la mayoría de los que aún podían pagarlas, en un eterno nirvana.

Entre medio de ese desolador panorama, habían surgido unos jóvenes científicos medio locos, que sin tener muchos conocimientos, habían propugnado la idea de trasladarse de planeta.

Esto a todas vistas era imposible, ya que si bien su civilización había logrado poner una estación de transferencia en órbita, además de contar con dos colonias en un satélite natural, viajar al cosmos era otra cosa.

Sólo una vez habían visitado al planeta más cercano en su mismo sistema solar, y había sido un desastre. Con un costo enorme habían logrado llegar al astro vecino y se habían encontrado con un mundo seco y hostil, con inmensas variaciones de temperatura, sin agua y casi sin atmósfera.

Hoy comprendían con horror que ese era el mismo destino que esperaba a su mundo.

Todos vagaban como idiotas preguntándose: ¿Cómo pudimos llegar a esto?

Ahora se trataría de salir de ese sistema solar y adentrarse en el infinito, algo muy distinto.

La idea del traslado siempre se consideró un delirio escapista de algunos ilusos, y nunca tuvo apoyo oficial, pues siempre se le consideró una misión imposible.

Sorpresivamente un grupo religioso, denominado los Últimos Apóstoles, creado alrededor de 210 años atrás, decidió poner sus recursos a disposición del proyecto.

Este grupo o Iglesia como ellos la llamaban, era una extemporánea agrupación de personas que seguían las enseñanzas de un antiguo profeta, que rechazaba el consumo de alcohol y de las indispensables drogas relajadoras de conciencia. También entre sus curiosas costumbres estaba la de tener una sola pareja a lo largo de toda la vida, y que además debía ser de distinto sexo al propio.

Los recursos atesorados durante más de dos siglos por los bien comportados Apóstoles no eran pocos, e incluían a dos universidades y a algunas empresas estratégicas.

Allí muchos científicos de vanguardia se unieron al proyecto y se empezó a construir la nave.

Al principio era sólo una lucha a ciegas en contra del tiempo y del destino, ya que se ignoraba con qué energía podría moverse tan inmensa mole. En ese momento fue que se echó mano, desesperadamente, a la teoría de Dwel.

Dwel había sido un oscuro psíquico fallecido 48 años atrás, quien aseguraba que se contactaba con entidades ajenas a su mundo, quienes le dictaban mensajes.

Entre esas recomendaciones de paz y ecología, de vez en cuando aparecían mensajes de contenido pseudo científico.

Uno de ellos hablaba de una energía cósmica, que era la fuerza más poderosa del universo. Esta se producía en el instante en que se encontraban la materia y la antimateria.

De por sí eso era bastante dudoso, ya que aún no se había logrado probar ni siquiera la existencia de la antimateria.

Todos sabían que la materia estaba compuesta por átomos, y que los átomos estaban compuestos por partículas negativas que formaban un núcleo, y por partículas positivas que giraban alrededor de él. Ahora, por lógica debería de existir lo contrario, pero eso no estaba probado experimentalmente.

Desde hacía más de un siglo, ellos estaban en condiciones de desintegrar los átomos, pero la energía producida allí, aunque inmensa, era inútil en estos casos, ya que por ser sucia, y venir acompañada de rayos gama y de otras radiaciones, era letal para cualquier tipo de vida.

Teóricamente, si se lograba dosificar la mezcla de materia y antimateria, tal contaminación no se producía, ya que los rayos gama serían neutralizados por los anti gama y la radiación por la anti radiación.

Sonaba lógico, pero nadie lo había hecho nunca.

Ya no había tiempo para la experimentación, así es que se decidió, a ciegas, construir los motores de efecto Dwel y... el gran día de la partida ¡funcionaron!

El viaje había sido penoso desde un principio, y ya habían perdido a casi un tercio de la tripulación, muchos de ellos por suicidio, causado por profundas depresiones, ya que muchos simplemente no querían vivir. Sin embargo, como todo tiene su contraparte, también tenían a tres nuevos miembros.

A varias navegantes les había fallado el sistema anticonceptivo, y había ocurrido lo inevitable.

Era bastante curioso, ya que en el planeta casi no nacían niños, y cuando esto ocurría, estos llegaban al mundo con serias malformaciones. Sin embargo los nacidos en el espacio, se veían sanos y robustos. Incluso más grandes de lo normal.

Uno de estos era 9349, hijo de 6328 y 4244, un ingeniero informático del tercer puente, quien además era otra de las víctimas del viaje. Había fallecido hacía cuatro meses víctima de tuberculosis.

9349 no tenía padre y 6328 ahora no tenía esposo. Así se había destruido otra de las pocas familias. Había fallecido hacía cuatro meses víctima de tuberculosis.

9349 no tenía padre y 6328 ahora no tenía esposo. Así se había destruido otra de las pocas familias que aún quedaban a bordo.

Esas denominaciones no eran al azar, sino que se habían adoptado antes de partir, para un mejor reconocimiento de los tripulantes durante el viaje, y para ayudar a olvidar todo, hasta el nombre, parte de un pasado al que sería imposible volver.

Se reconocían por los cuatro dígitos estampados en el pecho, ya que todos vestían igual. Si la cifra terminaba en par, era hembra, si no, macho. También por estos cuatro dígitos se podía saber la edad, la profesión y la jerarquía de cada tripulante.

Era un sistema bastante deshumanizado, pero se había adoptado adrede aunque temporalmente. Se había hecho la solemne promesa de que cuando llegaran a destino, cada uno adoptaría nombres acordes al nuevo hogar, olvidando eternamente cualquier relación con el triste pasado.

El destino de la expedición había sido bastante incierto al principio.

Antes que comenzara la catástrofe, algunos astrónomos se habían preocupado de ubicar planetas en otros sistemas estelares, y tenían una lista de no más de 80. Tal vez alguno de esos podía ser habitable, pero a esa inmensa distancia era imposible saberlo.

Se apostó por siete, que por sus apariencias, condiciones y distancias a la estrella madre, se creía, eran los más probables de poder cobijar la vida.

No había tiempo como para seguir buscando, así es que para poder elegir entre los siete, se embarcó a bordo el sistema SEPI, el que seguiría analizando a los candidatos hasta elegir al más conveniente.

Alguno de esos siete mundos sería su futuro hogar, o morirían en el espacio.

Eso era lo que ellos habían programado, pero no lo que ocurrió.

Llevaban más de un año en el espacio, cuando sucedió el apagón...

Primero algunos instrumentos de medición empezaron a fallar. Luego la electricidad de la nave casi no fluía, las luces interiores alumbraban cada vez menos.

Incluso muchos de los pasajeros comenzaron a tener trastornos síquicos, y repentinamente cesó la gravedad artificial y entraron en una oscuridad absoluta.

Nadie nunca fue capaz de decir cuánto tiempo estuvieron sumidos en esa inmensa noche, todos tenían recuerdos de sueños vagos y contradictorios. Sólo recordaban que de repente todo había cesado, volvió la gravedad, las luces alumbraban y los instrumentos indicaban lecturas lógicas, pero totalmente distintas a las que habían anotado anteriormente.

Sin embargo, la sorpresa mayor se la llevaron los encargados de la navegación.

Todos los puntos de referencia habían desaparecido. Observando por las ventanillas del puente, podía verse una impresionante e inmensa noche tachonada de estrellas... pero ninguna conocida.

Estaban perdidos en el espacio.

Estuvieron a la deriva cerca de cuatro meses, hasta que algo increíble sucedió: el sistema SEPI comenzó a funcionar nuevamente.

Primero descubrió un planeta inmenso cerca de una estrella binaria. Días más tarde, otro más pequeño pero a gran distancia de su sol, y así siguió.

Veinte días después ya eran 8. Ahora comenzaba a analizarlos.

Al día siguiente, los resultados del análisis eran prometedores. Había cinco planetas con atmósfera, tres de los cuales tenían una temperatura acorde a lo que ellos necesitaban, pero uno tenía una gravedad demasiado grande para ellos. Quedaron dos, uno cerca y el otro más lejano.

Mientras con gran entusiasmo analizaban los datos que les iba entregando SEPI, de repente recibieron uno que los dejó mudos: el planeta más cercano estaba emitiendo ondas de radiofrecuencia.

Había que analizar meticulosamente esas ondas, pues si se detectaba que tenía un patrón lógico, habrían descubierto algo que siempre su especie había intuido, pero jamás encontrado: vida inteligente en otro lugar del universo.

Comenzaron a actuar los ordenadores con tres diferentes programas de decodificación, y 11 horas después habían descubierto una combinación.

La clave en sí, era bastante primitiva, y sólo consistía en secuencias de pulsos largos o cortos, cuyo ordenamiento constituía el mensaje.

No cabía duda: se trataba de seres inteligentes comunicándose entre ellos.

Pronto se aprendió que las combinaciones de pulsos constituían signos, y que la combinación de signos formaban palabras.

Siete días después ya se sabía que ocupaban diferentes idiomas, lo que quería decir que había varios grupos. Aún no se habían unificado en un Gobierno Global, como ellos.

Por primera vez se modificó el rumbo, para dirigirse a ese lejano punto del universo.

A esa velocidad, que era bastante cercana a la de la luz, se demorarían aproximadamente cuatro meses en llegar.

Renació la esperanza en muchos de los tripulantes, e incluso algunos depresivos que habían pensado también en suicidarse, volvieron a vivir.

Se peleaban por cumplir sus turnos, se sonreían entre ellos, y todos querían estar al tanto de las últimas novedades del SEPI.

La totalidad de las personas y las máquinas que participaban en la expedición estaban ocupadas analizando este nuevo mundo.

Ya sabían que la gravedad era sólo un décimo menor que la de su planeta de origen, que la atmósfera estaba compuesta por 75% de nitrógeno y 25% de oxígeno.

A través de la radiofrecuencia ya habían intercambiado comunicaciones de voz, aunque muy pocas. Definitivamente los dueños de casa aún no conocían los ordenadores ni la televisión, lo que era una lástima, pues esta les habría ayudado mucho a conocerlos mejor. Era claro que estaban recién iniciándose en las comunicaciones inalámbricas.

Guiándose por la lógica, se podía adivinar que estaban atrasados tecnológicamente por lo menos un siglo con respecto a ellos.

Eso era de gran importancia por si los hospedadores decidían ponerse belicosos al momento de la llegada, y antes de que ellos pudieran explicarles que no venían en son de conquista, sino como náufragos.

Entre las cosas raras que se iban descubriendo era que ese planeta, a pesar de ser casi idéntico al de ellos, giraba en sentido contrario, tanto en traslación como en rotación. Eso era curioso, pero probablemente no les traería mayores inconvenientes, fuera que tendrían que acostumbrarse a ver salir el sol por el otro lado.

Después la sorpresa fue mayor: el magnetismo también era al revés. El polo magnético estaba en el hemisferio norte.

A primera vista, estas características no tenían gran importancia, pero sí la tenía la elección del lugar donde aterrizar.

Debería de tratarse de un lugar alejado de cualquier civilización y desocupado por los nativos, para no comenzar creando problemas. También debería contar con suficientes recursos naturales, especialmente hídricos.

Con satisfacción descubrieron que este mundo era tan rico, que no sería problema encontrar lo que buscaban.

Pronto estuvieron escaneados todos los continentes y se eligieron las dos mejores posibilidades de aterrizaje, una en el hemisferio sur y otra en el hemisferio norte.

La primera, era en el vértice inferior de un continente con forma de triángulo y que apuntaba al polo sur. Allí se veían millares de islas, totalmente deshabitadas y unidas por una red de cientos de canales. Parece que allí nadie ejercía soberanía.

La segunda estaba en una inmensa planicie cercana al polo norte. Era más fría que la primera, tenía más que suficiente agua y además en su subsuelo yacían importantes depósitos de hidrocarburos. También estaba aún más lejana y abandonada que la anterior. Tardarían meses en darse cuenta de su presencia, y probablemente nadie protestaría porque ocupaban esas tierras.

Finalmente se eligió una órbita de aproximación que pasara por ambas.

Se darían dos vueltas de observación y luego el descenso.

A la primera órbita, 6328 ya estaba en su puesto, en el control de sistemas. Se sentía orgullosa: sabía que estaba haciendo historia.

Tal vez miles de años después, en las escuelas, los niños aprenderían su número. Se recordaría como el controlador de sistemas del primer descenso, la que llegó junto a los pioneros. Además, sería la primera miembro de los Últimos Apóstoles que pisaba ese nuevo mundo.

Tal vez algún día podría enseñar a los nativos esa bella historia del hijo de Dios, que había nacido en su planeta y que había tratado de enseñar una nueva forma de vivir. Allí no lo habían escuchado, tal vez aquí si.

Cuando pisara tierra, su trabajo continuaría y sería trascendente para el futuro.

Ella era la encargada de hacer funcionar el sistema RECOM, para que una señal cruzara el infinito hasta llegar a su desfalleciente planeta de origen.

Así todos allá sabrían que la quimera era posible, que había esperanza.

Dios les ofrecería una nueva oportunidad. Podrían construir naves y seguir la señal de RECOM. Ellos los estarían esperando. Tal vez ella misma no, pero si 9349, su hijo, el que ya tendría un nombre.

En la segunda órbita se terminó descartando la posición sur. Eran muchas islas y se demorarían en elegir la más indicada. Una vez iniciado el descenso, ya no se podría cambiar las coordenadas de aterrizaje. La nave era demasiado grande y poco maniobrable en la gravedad. Mejor era no arriesgarse y preferir esa inmensa planicie del hemisferio norte.

La posición sur quedaría guardada para futuros descensos.

Adoptaron un ángulo de entrada de 35° y retiraron el escudo magnético.

Ahora, por primera vez después de dos años y medio de vagar por el vacío, la estructura de la nave tendría contacto con la materia. Poco a poco, a medida que bajaran irían adentrándose en la hasta ahora inexistente atmósfera gaseosa del planeta.

Estaban a 150 Km. de altura y descendiendo.

Los motores comenzaron lentamente a entrar en reversa. Todos se prepararon para el sacudón producido por la desaceleración. Sin embargo no ocurrió nada.

Aumentaron la potencia. Estaban a 130 Km. de altura.

6328 miraba ansiosamente el panel de instrumentos. ¡Estaban acelerando en vez de frenar!

Noventa y cinco kilómetros de altura. Aumentaron la potencia. ¡La velocidad de caída seguía aumentando!

Algo andaba mal, probablemente los motores no habían entrado en reversa. Desesperados trataron de quitar la potencia para intentar de nuevo la inversión, pero al bajar la potencia la nave disminuyó la velocidad. ¡Eso no era posible, estaban yendo en contra de las leyes de la física!

La superficie del planeta se acercaba peligrosamente: estaban a 55 Km. de altura.

El comandante, en un gesto inédito, decidió quitar la reversa y acelerar.

¡¡La nave comenzó a perder velocidad de caída!!

Todos suspiraron. Era incomprensible, pero eso los había salvado. Aunque la velocidad de entrada seguía siendo peligrosamente alta.

Estaban a 30 Km. de altura.

Aumentaron la potencia de los motores al máximo y sorprendentemente aumentó el coeficiente de frenaje; a los 5 Km. de altura recuperarían la velocidad ideal.

El efecto era extrañísimo y después habría que estudiarlo con tiempo. Estaban a 15 Km. de altura.

Dentro de poco ya podrían respirar el nuevo aire.

6328 comenzó a abrir muy lentamente las toberas de intercambio con la atmósfera exterior. A esa altura el aire fuera de ser escaso y estar enrarecido, se mantenía a muy baja temperatura. Eso serviría para enfriar el reactor, que al dar potencia máxima se debería de estar recalentando.

Estaban a 8 Km. de altura.

Allí fue donde notó que el indicador de temperatura del reactor indicaba frío. Primero pensó con desesperación que se estaba apagando, pero luego notó que la lectura seguía bajando y que se aproximaba al cero absoluto, lo que era un imposible, una paradoja.

No podía detenerlo, ya que estaban en pleno descenso. Al mismo tiempo, sintió en sus mejillas un calorcillo que aumentaba y aumentaba. Luego el calor de la habitación se tornó insoportable.

Ahora comenzaba a entender: por alguna razón incomprensible, los marcadores funcionaban al revés.

Todo el sistema se estaba calentando, y eso sólo podía producirse por una razón... la peor de todas: había una fuga de antimateria.

¡Pero era imposible! La aislación funcionaba perfecto, las paredes de....

A pesar del calor, un escalofrío recorrió su cuerpo, estaba empezando a adivinar....

Si no había fuga, podría tratarse de algo peor.... ¡Estaban entrando en un campo de antimateria!... ¡¡Ese mundo era antimateria!!

Pensó en su hijo. Ya no era 9349. Era SU HIJO.

No alcanzó a sentir la explosión, ya que antes su cuerpo y el de otros 6.328 seres como ella, se habían gasificado por la altísima temperatura generada por la fisión.

Luego siguieron otras explosiones, a medida que los escombros perdían altura e iban tomando contacto con la enrarecida alta atmósfera terrestre.

* * * *

Temprano en la mañana del 30 de Junio de 1908 el planeta Tierra fue sacudido por una explosión que ha sido la más grande registrada en la historia de la civilización.

La fuerza del estallido es posible calcularla por las consecuencias que produjo, y conservadoramente podríamos decir que fue cerca de 40.000 megatones, es decir 2.000 veces la potencia de la bomba arrojada sobre Hiroshima en 1945.

El poder de la explosión desarraigó árboles en una superficie de 2.150 Km2. En el centro de la explosión ardieron bosques cuyas llamas podían verse a cientos de kilómetros de distancia. Los incendios duraron varias semanas y redujeron a cenizas 1.000 Kms2. de bosques.

Los tribeños de Tungus y algunos cazadores de pieles rusos fueron los únicos que ese aciago día pudieron ver desde Vanavara, un puesto de intercambio de pieles, cómo una bola de fuego descendía en la atmósfera con una inclinación de 35°, dentro del territorio de Siberia.

La vieron desaparecer bajo el horizonte, por el noroeste, dejando una estela de humo de casi 800 kilómetros de largo. Luego comenzó una serie de cataclísmicas explosiones.

Hoy se sabe que estas ocurrieron a 7.500 metros de altura y centradas en los 101° E y 62° N, cerca del pedregoso río Tunguska y a 92 kilómetros al norte de Vanavara.

A 900 kilómetros al sudeste, en el Observatorio de Irkutsk, se registraron serias anomalías en el campo magnético terrestre, y 4.000 kilómetros al oeste, en San Petersburgo, se pudo registrar el temblor producido por la explosión.

En los días siguientes a la explosión de Tunguska, inusuales amaneceres y atardeceres fueron reportados en muchos países, incluyendo Europa Occidental, Escandinavia y Rusia.

El clímax de los efectos ópticos se vivió la noche del 30 de Junio de 1908, para ir desapareciendo en las próximas dos semanas. Se produjeron increíbles efectos de luminiscencia nocturnos, los que fueron visibles especialmente en Siberia Occidental y en el centro de Asia.

El lugar estaba tan apartado, que sólo 19 años después, en 1927, se pudo acceder con mucha dificultad, a él.

Hoy, a 94 años del suceso, aún se está tratando de dilucidar qué fue exactamente lo que sucedió ese 30 de Junio de 1908.

Se sabe con certeza que ese día, algo que pesaba alrededor de 100.000 toneladas cayó del cielo, pero de esa inmensa masa no se ha encontrado ni siquiera un sólo gramo. ¿Qué se hizo?

En 1958 se cumplieron 50 años del incidente, y entonces la Unión Soviética emitió un sello conmemorativo.

Ernesto de la Fuente G.
Oct 2002

7 comentarios:

  1. ¡GENIAL! muy bueno. Me alegro mucho que Ernesto de la Fuente esté cooperando en este blog.
    Una Pregunta: este compadre finalmente ¿qué es? Yo lo conocía como ingeniero allá en el norte y tal vez "contactado". Luego supe que había sido cinematografista y ahora parece que es escritor... y de los buenos.

    ResponderEliminar
  2. Bueno, no es que Ernesto esté colaborando directamente en este Blog (¡Qué más quisiera!). Más bien, me he puesto a copiar aquí algunos relatos que publicó en el desaparecido Sitio Web de Ovnivisión hace unos años.

    Hasta donde yo sé, Ernesto es o ha sido todo lo que has dicho, y algunas cosas más: ingeniero, productor de documentales, Contactado con la Congregación Friendship, Obispo Mormón, escritor (aunque no ha publicado ningún libro todavía, sólo los artículos y relatos que escribía para Ovnivisión), y quién sabe qué más. Todo un personaje el Ernesto.

    ResponderEliminar
  3. Yo tengo mis serias dudas de Ernesto... al parecer es también partícipe de la desaparición de personas..... saludos
    Michel

    ResponderEliminar
  4. Cuando la gente se va a vivir a Friendship (isla de ubicación desconocida), necesariamente va a desaparecer para el mundo.

    ResponderEliminar
  5. Soy docente en matemáticas en una Universidad de Santiago de Chile y no soy aficionado a este tipo de temas, sin embargo por recomendación de algunos alumnos a los que consideramos medio “chiflados”, por allá por el 2002 leí las publicaciones de don Ernesto de la Fuente en conexionovni.cl. que son casi las mismas que aparecen en este blog.
    Ayer por recomendación de otro colega de la UNAM de México leí:

    http://starviewer.wordpress.com/2010/05/31/el-crop-circle-de-willton-windmill-de-22-de-mayo-desconcierta-a-todos-los-cientificos-del-mundo-y-revela-la-ecuacion-de-euler-y-una-misteriosa-cuenta-atras/

    donde se habla de un Crop Circle encontrado el 22 de Mayo recién pasado en la localidad inglesa de Willton Windmill y con estupor me di cuenta que se trata de lo que don Ernesto enunció en los artículos “Doctrina” y “Un Mundo de Vibraciones” escritos casi 10 años atrás.
    Por vez primera en la historia reciente, a nivel académico tras las declaraciones de Stephen Hawking, somos ya muchos científicos, que hemos vuelto la mirada a esa desconcertante formula que enunció Euler y que atañe a los 5 números más importantes de las matemáticas y que según parece relacionaría la anomalía del Espacio-Tiempo, algo que el chileno Ernesto de la Fuente hizo notar hace ya más de 10 años.
    Es interesantísimo, ya que también toca a la Espiral de Fibonacci, que fue algo que de la Fuente también enunció.
    Me interesaría de sobremanera comunicarme con don Ernesto de la Fuente para ahondar más al respecto aunque tengo entendido que es bastante difícil, por lo que les agradecería me dieran su e-mail, el que sería tratado con absoluta confidencialidad.

    ResponderEliminar
  6. Jajajaja... Parece que no estaban tan "chiflados" esos alumnos. Qué más quisiera yo que tener la dirección de Don Ernesto, para poder escribirle y hacerle llegar algunas dudas, preguntas y aportes por correo, pero la verdad es que no tengo su e-mail.

    En todo caso y, por comentarios que me han llegado, al parecer, el Sr. De la Fuente revisa muy poco su correo: una vez cada tantos meses, o algo así; y sólo le contestaría a sus más conocidos. ¡Lamentablemente, es muy difícil pillarlo, al hombre!

    ResponderEliminar
  7. Muy buena lectura; una faceta más de mi tocayo que la lleva muy bien.
    Gracias Xentor por publicarla.

    ResponderEliminar