martes, 16 de marzo de 2010

Ángeles

Por Ernesto de la Fuente


Una de las razones por la cual hay tantos malentendidos en estos temas, se debe a que muchas veces usamos y repetimos términos que no para todas las personas significan lo mismo. Para que a nosotros no nos ocurra lo mismo, precisemos algunas cosas, como por ejemplo:

¿Quiénes son los Ángeles?

Parece que cada persona tiene su propia idea al respecto. Están desde los ángeles chiquitos, cachetones, regordetes y con el culito al aire, que se muestran en los cuadros renacentistas, hasta los ángeles lampiños y musculosos, de metro noventa y tanto, con que sueñan muchas solteronas beatas y necesitadas, y no pocas casadas pero mal atendidas.

Por eso, cuando alguien me pregunta por ángeles, no sé exactamente a quiénes se están refiriendo.

También existe la definición religiosa, que enseña que se trataba de entidades espirituales que cuando tiene que ministrar entre nosotros, Dios los provee de un cuerpo.

Pero cuando Friendship habla de Ángeles, se refiere a esos seres superiores que ayudan a cumplir los designios divinos. Eso no significa que anden luciendo las nalgas o que tengan hermosas alas emplumadas. Pero sí tienen cuerpos, similares pero superiores a los nuestros, y realizan los milagros que Dios ordena. ¿Cómo? Usando la ciencia y la tecnología, que dominan a cabalidad, las que no hay que olvidar, fueron creadas por Dios.

Estos señores necesitan movilizarse, y entre otras cosas, usan las naves que probablemente tengan un nombre para ellos, pero que nosotros hemos bautizado como vimanas, platillos voladores, ovnis o ufos, todo dependiendo de la nacionalidad y el idioma de quien los ve, causando con esto gran desazón entre los que tratamos de explicar el entuerto.

Hasta ahora y debido a la ignorancia humana, siempre se ha tratado de poner a la ciencia y a la religión como enemigos irreconciliables, siendo que, tal como nos daremos cuenta en un futuro no muy lejano, terminan siendo una misma cosa.

Esos ángeles fueron los que destruyeron Sodoma y Gomorra, no sólo porque a sus habitantes se les quemaba el arroz, sino porque tuvieron que irse apresurada y repentinamente, y no podían dejar allí su depósito de combustible nuclear, así es que lo quemaron, junto con los sodomitas y su arroz. Esto sin duda produjo malestar en la comunidad gay de esos días.

Jacob los pilló subiendo y bajando de la nave (Gen. 28:12), Gedeón los vio cara a cara e incluso le ayudaron a cocinar (Jueces 6:22), Dios tuvo que parar a uno de ellos que debido a su excesivo entusiasmo, estuvo a punto de destruir Jerusalén (2 Samuel 24:16), Etc, etc. Eso fue entre los judíos en diferentes épocas.

Entre los hindúes, tal como aparece en el Ramayana, incluso pelean guerras con sus vimanas. Ustedes los encontrarán en todas las culturas.

Como pueden ver estos seres, aunque son superiores a nosotros, no son perfectos y por lo tanto, tienen sus caídas.

La principal de éstas ocurrió hace millones de años, cuando un tercio de ellos se reveló contra su Hacedor. No les fue muy bien.

Otra de esas caídas está explicada en el Libro de Enoc, documento que debiera formar parte de la Biblia, ya que quien lo escribió fue el papá de Matusalén.

En esa ocasión (apenas citada en Génesis 6), ángeles que orbitaban la Tierra algo aburridos, se tentaron.

Bueno, yo me figuro que debe de haber sido algo así como tener un departamento en un quinto piso frente a la playa de Reñaca y en Febrero. De tanto mirar para abajo no aguantaron más. Eran ángeles, pero no de fierro: bajaron y se mezclaron con las hijas de los hombres.

En el fondo estos seres son humanos, es decir comparten nuestro ADN, y por lo tanto hubo descendencia.

La genética es una ciencia muy traicionera, y el hecho de mezclar a uno grande con otro chico, no significa que va a salir uno mediano. En este caso y tal como Dios lo sabía, y por lo tanto lo había prohibido, el resultado fue fatal.

Aparecieron los gigantes, la mayoría de tamaño descomunal y moralmente perversos, aunque por uno de esos caprichos de la genética, hubo también algunos pocos descendientes que, sin ser demasiado grandes, mantuvieron las cualidades positivas de sus progenitores.

Esa es la semilla que Friendship busca en estos días, pues tienen otros conocimientos en su memoria genética, y por lo tanto es más fácil enseñarles.

De los primeros, los gigantes-gigantes, ya no queda nada, pues Dios mandó exterminarlos con el Diluvio.

Algunos pocos que se salvaron llegaron navegando hasta América y en 1605 los conquistadores españoles encontraron algunos de sus huesos. Así lo narra el R.P. José de Arriaga en su libro «La Extirpación de la Idolatría en el Pirú», publicado en 1621:
«...y también las casas de los Wari, que fueron los primeros habitantes de aquellas tierras, diciendo que fueron gigantes y es cierto que en algunas partes lo fueron, porque se han hallado huesos de tan increíble tamaño, que el que no lo ve ni lo palpa con la mano, no lo creerá, porque siendo la proporción de los huesos, debieron ser seis veces más grandes que los hombres actuales; desaparecieron de esta tierra por sus enfermedades y por sus vicios amorosos, etc».
Posteriormente, en 1631 Agnelo Oliva, jesuita napolitano que llegó al Perú con los conquistadores, en el Capítulo III de su Historia del Perú dice:
«Según la tradición, los gigantes llegaron en balsas construidas con grandes troncos, y eran tan grandes que la cabeza de un hombre normal y corriente apenas les llegaba a las rodillas. Ellos excavaron pozos muy profundos, tal como aún se ve en Cabo de Santa Elena, llenos de agua dulce. Todavía se encuentran en esos parajes esqueletos humanos de prodigiosos tamaño, y dientes que pesan hasta catorce onzas.

»Me han mostrado algunos de estos tan enormes que no lo hubiera creído si no los hubiera visto. Es probable que estos gigantes fuesen de la misma raza de aquellos que desembocaron en la Nueva España, y cuyos huesos se encuentran aún en el distrito de Tloscala».
También acota que: «Los gigantes no tenían mujeres con ellos y se dedicaron a pecar contra natura».

Enoc añade que tenían apetitos insaciables y que llegaron hasta a comerse a los demás seres humanos.

Por eso el Señor al escuchar los reclamos, dijo ¡Basta! Y mandó el Diluvio.

En la Epopeya de Gilgamesh podemos leer:
«Los dioses, aterrados frente a las aguas, huían y se refugiaban en el cielo de Anu».
De los descendientes buenos de los Ángeles caídos sobrevivieron poquísimos, sólo los dos que estaban casados con las hijas de Noé y que se salvaron como tripulantes del Arca de su suegro. Por eso ahora su semilla es tan escasa.

Bueno, como es lógico, cada vez que alguno de estos dioses o ángeles mete la pata, es rápidamente reemplazado, como corresponde a toda empresa bien administrada.

Así es como llegamos hasta nuestros días, donde también hay ángeles que nos vigilan constantemente, y a los que les está prohibido intervenir, aunque su labor es velar porque los designios divinos se cumplan.

Tal como lo indica la creencia religiosa, sólo pueden darnos consejos.

Los de ahora llegan a estar roncos de tantos consejos que nos han dado, y sólo han conseguido prolongar en el tiempo nuestra travesía hacia un final desastroso.

Lo aceptan, y están humildemente listos para recoger los pedazos y empezar todo de nuevo, tal como ya lo han hecho otras veces.

Esperan con paciencia que alguna vez, una de estas civilizaciones escuche sus consejos, o en el peor de los casos, encuentre datos suficientes sobre la cultura que la antecedió, para que así no cometa los mismos errores, sobreviva y pueda pasar a la etapa siguiente, es decir a llegar a ser como ellos: Ángeles del Señor.

1 comentario:

  1. No creo q la semilla del mal haya sido totalmente exterminada, en estos tiempos está por todo lado. De esa quedo un resto.

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