Desde hace años, Francisco Gatica, alias Pancho del Sur, es un conocido humorista y folklorista chileno. Sin embargo, la noche del 22 de Marzo del 2013, sorprendió en el late «Síganme Los Buenos», en el canal Vive! Deportes, al hablar de una faceta suya desconocida hasta entonces.
Según su relato, en una ocasión, sin saber por qué, empezó a levantarse temprano para escribir un libro. A menudo, presa de una especie de trance, escribía desde las 6 hasta las 9 Hrs, para luego iniciar su jornada normal, como si nada extraordinario hubiera pasado.
«Me sentaba en el computador y todo fluía... Lucho Arenas [colega y amigo] me decía que yo era una especie de antena, sólo un receptor de algo», explicó en dicho programa.
Al cabo de unos meses, el resultado fue un extraño libro titulado «El Diario de Ratson», que, entre otras cosas, «habla de la ubicación exacta del Triángulo de las Bermudas, de por qué desaparecieron los mayas; habla de la destrucción de la Tierra, que el secreto está en La Última Cena», de Da Vinci, etc.
Según su relato, no sólo escribió ese libro sin saber cómo, sino que también se le activó cierta Percepción Extrasensorial que le ha permitido, desde entonces, ver cosas del pasado y del futuro de las personas con las que se encuentra. Varios conocidos suyos podían dar fe de esto, aseguró.
Pancho dijo que leyó unas 5 veces el libro que había escrito, sin salir de su asombro. Insitió en que no sabe cómo lo escribió, pues no salió de su propia mente, y que tampoco podría él haber escrito algo así, si se lo hubiera propuesto. También manifestó sus intenciones de publicarlo, para que otras personas puedan ver su contenido, analizarlo, y sacar sus propias conclusiones; aunque, por el momento, dijo, sólo lo tiene en su computador.
Tras estas increíbles revelaciones, Pancho fue invitado por el conductor del programa, Julio César Rodríguez, a volver a presentarse con el libro al programa la semana siguiente.
Tal como fue acordado, Pancho se presentó la semana siguiente con el libro, del cual el conductor leyó la Introducción y el Capítulo 1, que pasamos a transcribir a continuación.
INTRODUCCIÓN
En Junio de 1947, en Roswell, Nuevo México, dos Objetos Voladores No Identificados chocaron, cayendo a Tierra. El Gobierno de Estados Unidos, estando informado de esta situación, designa tropas de alta confianza, para que acordone la zona, recoja todo vestigio de los Platillos Voladores, y los lleve al Área 51, centro de operaciones secretas. Llegan con tres Extraterrestres ya fallecidos y, lo más insólito, el cuerpo de un humano sin vida.
Ya en el Área 51, en un riguroso estudio, un científico hace un descubrimiento de un Chip de Memoria, con una ventana de Cristal de Cuarzo, que en esos años, no se sabía de qué se trataba. Lo guarda, sin dar la información de su descubrimiento a sus superiores, sacando el Chip de la base, y guardándolo celosamente en su casa por años.
En el año 1999, su hijo, ya recibido como un brillante científico, recibe de su padre en su lecho de muerte, un Chip, contándole su procedencia. El joven, luego de tres años de investigación, logra descifrar los Códigos de Seguridad y, por primera vez, descubre un Diario de Vida de un humano que vivió la experiencia más insólita de todas.
He aquí el comienzo de este Diario de Vida, que cuenta con historias en distintos planetas, los que Rapson visitó.
CAPÍTULO 1: RATSON EN EL PLANETA ERIPTON
Quiero dejar en éste Chip todo lo que voy a empezar a vivir. Les cuento: Soy uno de los pocos Elegidos que tiene la gran oportunidad de conocer el Planeta Eripton.
Es de noche. Año 1945. Todos muy nerviosos, a la espera de la Nave Nodriza que ésta noche nos llevará a un planeta llamado Eripton.
La verdad es que, desde que tengo 15 años, tengo contacto con seres de otro planeta. Hoy es mi gran día. Estoy muy bien preparado para abandonar por un tiempo mi planeta.
El Comandante Kisten, que lidera esta nave, me entregó mi nuevo Nombre Cósmico: es Ratson. Significa «Eficaz».
Somos 30 personas de distintas edades. Junto a mí, Karina, una chica de 28 años, cuyo Nombre Cósmico es Triabel.
Kisten, en un Mensaje Mental, me avisa a mí y a todos, que dentro de 10 minutos estaremos dentro de la Nave. ¡Qué emoción, después de tanto tiempo esperando éste momento!
21:40 Horas. Vemos todos una gran luz. Estamos en medio de un bosque muy oscuro. Una gran luz viene hacia nosotros.
Triabel, junto a Fratson, que es otro de los Elegidos, mira con ojos salientes. Pasan algunos segundos, y como granadas, estamos dentro de la Nave Nodriza. Un olor que jamás había sentido, me produce paz y armonía.
Veo por una pequeña ventana que nos alejamos velozmente de la Tierra. No sé qué tipo de velocidad tiene esta nave, pero ya estamos a miles de kilómetros de nuestro planeta.
Triabel nos indica que hay túnicas que tenemos que usar. Según me cuentan, llevamos 6 meses viajando. Yo creo que son horas.
Llega Fronts, con unos rasos, con un líquido de color lila. Tomo el líquido y me lo da. Siento voces, pero no puedo abrir los ojos.
Alguien ríe. Estoy sobre una camilla, con una sábana muy suave. Me agrada sentir tanta suavidad.
Hablan seres en distintas lenguas. Puede ser un dialecto, o su idioma original. Toman mi brazo derecho, y me inyectan algo. Me produce tranquilidad, y mucho sueño. Duermo por horas.
Despierto y no puedo creer lo que veo: ¡No puede ser! ¿Qué es esto? ¡Qué belleza! ¡Qué colores! De verdad son colores que nunca en mi vida había visto. ¿Cómo poder explicar qué colores veo?
Al final, un camino con flores, un castillo de cristal: un cristal transparente, lleno de pequeñas luces intermitantes.
Vamos todos en un carrito que no tiene ruedas. Vamos a unos 10 centímetros del suelo. Siento paz y armonía donde estoy. Quiero descubrirlo.
Dentro de este castillo (el nombre de este palacio es Grumber), Kisten nos indica a cada uno cuál va a ser nuestro sitio de descanso.
Mi pieza es redonda, como la veo, una mesa con una especie de televisor. Más tarde me dicen que eso se llama COMPUTADOR. Es de cristal. Un panel con todas las letras del abecedario, y números de 0 a 9.
Pongo la palabra TIERRA. Casi me muero de la impresión por todo lo que veo. La historia completa de cómo se formó mi planeta. Creo que soy el primer ser humano (al menos, eso creo) que veo cómo se formó todo.
Aquí hay mucha información de los que tuvieron contacto directo con los Extraterrestres, como lo fueron Leonardo Da Vinci. A él le entregaron mucha información.
Las Pirámides de Egipto son, de todos los vestigios que nos legaron los egipcios desde la antigüedad, los más portentosos y emblemáticos monumentos de esta civilización. Y, en particular, las tres Pirámides de Giza: las tumbas o cenotafios de los Faraones Keops, Kefrén y Micerinos. Como ven, todos con Nombres Cósmicos.
Más adelante les contaré cómo comenzó todo en la Tierra.
A continuación, los dejamos con los audios del segundo programa de «Síganme Los Buenos», en donde se hace lectura de estos extractos del libro de Pancho del Sur.
PASAJE SOBRE FRIENDSHIP
En Septiembre del 2013, Gatica tuvo la gentileza de enviarme las primeras 50 páginas de su libro, que toca brevemente temas como: Razas Alienígenas, los Seres Grises, Lemuria, Atlántida, Civilizaciones Intraterrenas, las Pirámides de Gizeh, los Geoglifos de Nazca, Jesús en la Tierra, los Mayas, el Manuscrito Voynich, los Contactos de Hitler y Kennedy, el Ultimátum de Eripton al Gobierno de Estados Unidos, la Farsa del Apolo 11, la destrucción del Challenger, la Isla Friendship, la Crisis de Corea del 2013, y profecías para el futuro.
Extractamos aquí un breve pasaje que hace referencia a la Isla Friendship:
El año 2012, viajo por tres semanas a la isla de Friendship (Amistad), ésta isla que está ubicada en Chile. El mundo está muy agitado por las predicciones de los mayas. Muchos desastres naturales afectan al mundo: inundaciones en Europa, desiertos bajo cero y nevados, y algunas guerras de países pobres.
La isla Friendship es muy especial, ya que aquí estaré con los Ángeles de Luz Sanadores; descubro a muchos humanos trabajando en el interior de la tierra, realizando arduos trabajos de investigación y sanación de grandes enfermedades: el cáncer, SIDA, etc. Estoy con Dortren, un extraterrestre tipo sacerdote, experto en todo tipo de sanación. Claro que son muy pocos los elegidos para el proceso de purificación espiritual y de salud.
Otros pasajes del libro pueden encontrarlo en el artículo que realicé al respecto en Anrrompedia:
Por Xentor Xentinel Choshuenco es una localidad de la Provincia de Valdivia, en la Región de los Ríos, en el Sur de Chile, ubicado a los pies del Cono Volcánico del mismo nombre, a la altura del Paralelo 39º 50’.
El Choshuenco está relacionado con otro Cono Volcánico, el Mocho. Ambos conforman el llamado Volcán Mocho-Choshuenco. Según la Tradición Mapuche, en el Mocho, o Ketrupiyán, vive Ketrunamun, un ser maligno que fue atrapado ahí hace miles de años.
El 29 de Septiembre de 1996, el periódico «El Diario Austral de Temuco», conmocionó a la Región de la Araucanía, y también a gran parte de Chile, con su titular en su Edición Dominical, que decía: «Asombroso y estremecedor relato: "Tengo Contacto con los Extraterrestres"».
Trataba del caso de Evaristo Amollado Agüero, de 13 años, que decía enfáticamente que estaba en contacto con Seres Extraterrestres. Era el tipo de noticias que comenta la gente al otro día, para luego quedar en el archivo de algunos coleccionistas de rarezas, casi olvidándose con el paso del tiempo.
Sin embargo, la historia del llamado Niño de Choshuenco comienza mucho antes, hacia 1988, cuando éste tenía unos 5 años.
En esa época, él tenía extraños «sueños», en los que veía Naves y seres diferentes. En una ocasión, «soñó» que, bajando de una Nave, se tropezaba y golpeaba al costado de la Nave, haciéndose una herida en el brazo. Al «despertar», efectivamente, tenía una herida en el brazo, y esto lo comenzó a inquietar.
A principio de los 90, cuando él tenía entre 8 y 10 años, comenzó a tener una conciencia mayor de lo que ocurría en realidad.
PRIMER VIAJE A WIRLOWER
Un día de 1993, cuando Evaristo tenía unos 10 años, estando en su casa viendo la televisión con su abuelita, súbitamente sintió un llamado telepático, y una fuerza irresistible que lo empujaba a salir. Casi sin fuerza de voluntad sobre su propio cuerpo, lo único que pudo a hacer es tomar a su pequeño perro en sus brazos, y llevarlo consigo.
De pronto, se vio caminando, caminando mucho... Perdió la noción de la distancia y, finalmente, se encontró en un lugar sumamente oscuro, en medio de la pampa. No sabía dónde estaba.
En ese momento, vio una Nave acercarse. Era de forma cilíndrica. Descendió hasta cierta altura, se abrió en un costado, y de ahí salió una rampa hasta la tierra. Entonces, vio a tres seres pálidos: dos pequeños y uno muy alto. Escuchó una voz que le dijo que no tuviera miedo, y entonces sintió que recuperaba su capacidad motriz, y soltó a su perro.
El perro empezó a dar vueltas alrededor de Evaristo, ladrando mucho. Entonces, uno de los seres pequeños, sacó un aparato cilíndrico, y apuntó al perro, enmudeciéndolo. Éste seguía moviendo su hocico, en ademán de ladrar, pero no se escuchaba ningún sonido.
A Evaristo le dieron una cápsula con un líquido verde para beber. Cuando lo hizo, se desmayó, y al volver a despertar, tomó consciencia de que todos los fenómenos vividos a los 5 años, habían sido reales y no sueños. Le comunicaron que hacía tiempo que lo habían llevado a su mundo.
Evaristo pudo notar que el ser alto era más bien como un androide con apariencia humana, mientras que los seres originales eran pequeños. Éstos eran rechonchos, con unos cinturones cruzados sobre el torso. Tenían la piel diferente a la humana, y una cabeza triangular.
En ese momento, lo llevaron a su planeta, llamado Wirlower, el cual, según le dijeron, se encontraba a 33 trillones de kilómetros de la Tierra. Esto representa unos 3.3 millones de Años-Luz... definitivamente, fuera de nuestra Galaxia.
Para realizar el viaje, lo metieron dentro de algo como un plástico, con una ventana. Fue un viaje a través del Espacio-tiempo, como metiéndose por un agujero en espiral. Evaristo sintió que su cuerpo y piel empezaban a estirarse y distorsionarse cada vez más, hasta que volvió a desmayarse.
Cuando despertó, Evaristo vio el Planeta. Le explicaron que era un Planeta Artificial, pues su Planeta Natal se había hecho inhabitable. Eran millones, pero para entonces, la población se había reducido a unos 2.000, y para sobrevivir, tuvieron que trasladarse a Estaciones Espaciales. La mayoría de los habitantes eran científicos o vinculados al mundo de la ciencia. Obtenían muestras de sangre de los humanos, para crear un ADN específico, y ver la posibilidad de infiltrarse entre los humanos, pues estaban cansados de vivir como lo hacen.
En Wirlower, Evaristo pudo notar que las casas tenían una estructura de domos o cápsulas. Las mujeres tenían unas antenitas en la cabeza, y los hombres no. Supo que aquella raza se alimentaba básicamente de agua y, entre otras cosas, venían a la Tierra a buscar este vital elemento. Su «baño» era una especie de ducha, en donde los poros de su piel se abrían, emitiendo vapor...
Los Seres de Wirlower también le dijeron a Evaristo que conocían otras Razas Alienígenas, pero que aquellas son más bien negativas. Le contaron que en una ocasión se habían llevado a su mundo a tres personas que se decían abducidas para estudiarlos. Los estudios determinaron que dos de los casos eran falsos, y uno verdadero, pero al hacer dibujar al Abducido verdadero al tipo de ser que lo había secuestrado, éste resultó ser desconocido para ellos.
SEGUNDO VIAJE A WIRLOWER
Al año siguiente (1994), cuando Evaristo tenía unos 11 años de edad, tuvo un nuevo encuentro con los Seres de Wirlower, aunque, aparentemente, para entonces, había olvidado su experiencia anterior.
En esta ocasión, Evaristo se encontraba jugando en una zona boscosa, cuando vio un aparato volador que descendía en un claro de montaña. Le pareció que era algo así como un helicóptero, y con curiosidad, se acercó a mirar. Entonces, vio que no era un helicóptero, sino un aparato desconocido, de forma discoidal, con muchas luces de colores que salían por unas ventanitas.
Aunque al principio no tuvo miedo, cuando quiso huir, sintió que se le paralizaban las piernas, y tampoco pudo gritar. Al darse vuelta, vio que dos hombres venían caminando hacia él. Estos hombres no le hablaron, sólo lo llevaron al interior del aparato. Allí conversaban en un idioma que Evaristo no entendió.
A la fuerza le hicieron tomar una cápsula, y de inmediato, los hombres cambiaron de apariencia. Ahora se veían pequeños, con una piel diferente, y una cabeza triangular con dos antenitas. Entonces, le explicaron que se habían mostrado inicialmente con apariencia humana, para no asustarlo. También le dijeron que había sido elegido, porque sabían que se iba a quedar solo.
Lo tendieron en una camilla, y lo empezaron a examinar. Le introdujeron algo en el cuerpo, pero no le dolió. Entonces, la puerta del aparato se cerró, y éste pareció elevarse.
Nuevamente, Evaristo conoció Wirlower. Allí conoció a diferentes amigos. Con el tiempo, tuvo a sus favoritos para charlar: Antenia, Breski, Ruyer y Truenki. Le pusieron más implantes en el cuerpo, pero éstos no le molestaban.
OTRAS EXPERIENCIAS
Evaristo mantuvo un contacto continuado con estos seres, pero cuando quiso que los vieran sus abuelos u otras personas, éstas no los veían.
A menudo los Seres de Wirlower lo sometían a ciertas pruebas psicológicas. Por ejemplo, «cómo reaccionaría en el desierto», haciéndole creer que se encontraba allí realmente, pero todo era a nivel mental.
A menudo, Evaristo veía esferas brillantes, como pequeñas pelotas de fútbol, que se desplazaban. Muchas veces, lo contactaban a través de los Androides altos.
En otras ocasiones, recibía ataques psíquicos de seres malvados, y era prevenido por sus amigos de Wirlower. Para eludir estos ataques, Evaristo se aislaba, yéndose al baño a meditar.
ANÉCDOTAS
Pronto, las historias de Evaristo eran tema de conversación en toda la localidad de Choshuenco y, naturalmente, los vecinos se dividieron entre creyentes y escépticos.
En una oportunidad, en la Escuela donde estudiaba, una profesora lo sacó adelante en la sala de clases, para contestar preguntas de sus compañeros acerca de los Extraterrestres, causando novedad.
Los Seres de Wirlower habían activado ciertos Poderes Psi a Evaristo, como la Telepatía y la Telekinesis.
En una ocasión, Antonio Hormazábal, un comerciante de la zona, acudió con su cámara de video a la escuela para capturar imágenes de Evaristo, pero ésta sufrió una serie de percances inexplicables que hicieron posible una filmación correcta. Tal como él había mencionado, no permitiría que los curiosos lo fotografiasen o filmasen, y le intervendría la cámara a cualquiera que lo intentase.
Evaristo jugó bastante con los dones que le habían otorgado. En otra ocasión, apagó y quemó un televisor con sus poderes. Sus amigos Alienígenas consideraron que no tenía la madurez suficiente para hacer un uso sabio de estas habilidades, y se las quitaron.
En 1996, cuando él tenía 13 años, el periodista Pablo Sandoval llegó al lugar para hacer el reportaje que citábamos arriba, y que llevó este caso a la fama. Un par de años después, el periodista Patricio Bañados, de TVN, se mostró interesado en realizar un reportaje sobre el caso para su nuevo programa «OVNI», pero Evaristo rechazó la invitación.
Al llegar a su mayoría de edad, los Seres de Wirlower le dijeron a Evaristo que no lo visitarían ni molestarían más, pues ya estaba en su edad adulta, y tenía que hacer su vida. Desde entonces, cesaron los Encuentros, aunque, de vez en cuando, ellos continuaron comunicándose con él por vía telepática. Fuente principal para este artículo: http://www.iiee.cl/r_choshuenco.html
Desde hace más de 52.000 años se vienen registrando indicios de Visitas Alienígenas, a través de las pinturas rupestres. El Dr. Victor Tiznado Rosas lleva 7 años escribiendo al respecto. Víctor Tiznado Rosas, médico de la Universidad de Chile, poeta y cuentista de Osorno, realizó un postgrado en Biología Clínica en la Universidad Libre de Bruselas. A los 14 años inició su curiosidad por investigar el desarrollo científico que había en tiempos remotos como el de los faraones.
A través de un enfoque científico, histórico y biológico, su libro «Los Príncipes de la Indómita Araucanía», trata de ver cuándo se produce el desarrollo artístico e inteligente del ser humano y cómo está relacionado con la biología.
«Simplemente, porque tiene que haber aparecido la inteligencia para empezar el desarrollo de la humanidad», explica el Dr. Tiznado.
Con este libro, Tiznado pretende abordar de manera científica a los Extraterrestres. En él explica que seres extraños que visitaron la Tierra quedaron esculpidos en pinturas rupestres.
«Ellos están dibujados desde el año 50.000 antes de Cristo en las cuevas de África, Europa, incluso de Chile. En todos los continentes se da la misma situación: aparecen individuos que son antropoides, tienen un aspecto humano desproporcionado y cuatro dedos en las manos, y eso se repite hasta en las cuevas más escondidas, como en el sur de Chile», afirma.
Esta declaración es interesante, puesto que el Dr. Zecharia Sitchin, en base a sus estudios de los textos sumerios, afirma que, a partir de esta misma fecha de 50.000 AEC, o 52.000 años atrás, los Igigi o Vigilantes (un grupo de Dioses emparentados con los Anunnaki) llegaron a la Tierra a tomar esposas de entre las mujeres de la Tierra, para formar familias con ellas.
La investigación del Dr. Tiznado está basada en la historia del arte que ayuda a recuperar mensajes plasmados en esas pinturas. Su investigación explica de manera integral la Actividad Alienígena mediante testimonios que han sido documentados a lo largo de la historia a través del arte, ya que demuestra la existencia prehistórica de Alienígenas Antropomorfos y su probable mezcla con la Raza Humana.
«Como humanos no somos exclusivos. El Génoma Humano se descifró hace pocos años y se concentraron en él 223 genes que no corresponden a la evolución natural del ser humano. Entonces, lo más probable es que vino un traspaso transversal desde la bacteria, o bien, por relaciones sexuales. Eso cambia la historia», afirma.
En el libro, el Dr. Tiznado explica cómo los Extraterrestres viajaron hace 52.000 años, dejando su huella en los nombres de los lugares por los que pasaron.
«Ellos pensaron en explorar algún planeta cercano, tal como nosotros lo haríamos si existiera el avance. En el libro se plantea que ellos venían de Venus, ya que éste es un planeta que aparece en todas las culturas y que además posee elementos similares a los de la Tierra», explica.
RELACIÓN CON LA CULTURA MAPUCHE
El Dr. Tiznado investigó el Diluvio Universal —ocurrido hace más de 12.000 años—, y su relación con los mapuches, cuando se produjo una extinción de animales en toda la Tierra.
«Los mapuches cuentan que tuvieron ayuda de seres extraordinarios que los llevaron a la cordillera para salvarse. Ahora se acaba de encontrar en Monte Verde, cerca de Puerto Montt, un sitio arqueológico que demuestra que el primer lugar de asentamiento americano de los seres humanos fue Sudamérica. Además, los mapuches recuerdan a sus ancestros con un aspecto desproporcionado: con cuatro dedos y con cara de animal», comparte Tiznado.
PRUEBAS Y OBSTÁCULOS
Como hay una tendencia a desacreditar estos temas, el Dr. Tiznado comenzó el libro con los antecedentes que vienen desde la prehistoria hacia adelante de naves que hubiesen llegado a la Tierra.
«Son cosas que no digo yo. Todo es parte de contar lo que ha pasado en la historia. Todavía no hay pruebas totalmente concluyentes, aunque en las cuevas se pueden ver esas pinturas, pero algunos esperan que llegue una nave y que puedan ver para creer», señala.
«La propia Isla de Pascua es un enigma y nadie es capaz de decir lo que pasó ahí. En biología, lo mismo, nosotros tenemos 5 tipos de raza, de distinto color de piel. La biología todavía no es capaz todavía de decir cómo apareció la raza amarilla, por ejemplo. Hay enigmas como el de los grupos sanguíneos. Si el hombre viene del mono y todos éramos inicialmente africanos. Si se cruzan especies distintas aparecen anomalías que están descritas desde la prehistoria porque verdaderamente ocurrieron relaciones entre especies distintas», cuenta.
El ancestro más antiguo que se ha encontrado tiene 7 millones de años de edad durante el cual, explica Tiznado, tuvo un desarrollo intelectual muy lento.
«Luego, en el año 40.000 a.C, apareció la inteligencia, casi súbitamente, y el hombre empieza a hacer cosas extraordinarias como las pinturas rupestres que han durado más de 30.000 años. No hemos sido capaces de replicar esos materiales. Todo esto aparece bruscamente y desde ahí el hombre empieza a ser un híbrido. Si hubo mezcla de razas extraterrestres con humanos, es la única manera de entender de dónde viene nuestro desarrollo inteligente». FUENTE: Revista «Muy Interesante» Nº 291 (Octubre del 2011). (El párrafo con la referencia a Zecharia Sitchin fue agregado de Xentor Xentinel).
Por JJ. Benítez En el alba de los tiempos, los «rebeldes» decidieron descender sobre aquel brillante planeta azul...
Su sorpresa fue grande. Aquel astro frío —el tercero en la órbita de aquel Sol— había sido bendecido y programado por los «sembradores del espacio», tal y como había sido establecido por el Profundo desde toda la eternidad.
Una nueva raza humana se derramaba ya por su superficie. Una especie que apenas si era consciente de su recién adquirida verticalidad. Una especie que estaba destinada a dominar aquel mundo llamado Tierra. Unos hombres que miles de años más tarde serían conocidos por la Ciencia como de «Cro-Magnon».
Y los «rebeldes» —exhaustos tras la gran batalla celestial— comprendieron que su mejor protección estaba precisamente entre aquellos seres primitivos y absolutamente puros.
Mezclados con los hombres del planeta Tierra, los ejércitos que seguían obedeciendo a la jerarquía celeste universal no se atrevían a descender y aniquilarlos.
Los «astronautas» de Lucifer no se equivocaron.
Durante meses, las naves de los fieles seguidores de los Padres de la Constelación se deslizaron por los cielos del hermoso planeta azul. Pero no tomaron contacto con aquel mundo. Y siguiendo instrucciones de la jerarquía, terminaron por retirarse.
Fueron puestos en cuarentena la Tierra y cuantos planetas se habían visto arrastrados por los «rebeldes» seguidores del ángel de la luz. Y fue trazado un plan de salvación. Un plan que sólo sería comprendido miles de años más tarde por los descendientes de aquellos hombres llamados de Cro-Magnon.
Y los «rebeldes» se mezclaron con las hijas de aquellos hombres.
Y de aquella unión nacieron los famosos gigantes.
Y la especie humana —temerosa y pura— se vio envuelta muy pronto en la forma de vida de sus visitantes.
Aquellos hombres de trajes brillantes y metalizados, capaces de elevarse hasta los cielos en luminosos carros de fuego, les proporcionaron alimentos y les enseñaron a cazar todo tipo de presas. Les bastaba con apuntar sus mágicos bastones de luz, y decenas de venados caían muertos al instante.
Era sencillo calentarse en los duros inviernos. Todo consistía en derramar aquella agua mágica sobre la leña previamente cortada con otro no menos mágico palo.
Los «rebeldes» enseñaron también a los hombres de Cro-Magnon a «volar» hasta parajes ignorados. Era muy simple. Bastaba con entrar en sus carros de fuego. Y así conocieron nuevas tierras.
Aprendieron también a combatir el dolor de las heridas y de los partos, bebiendo otras aguas que nadie había conocido antes de la llegada de los «hombres de trajes luminosos».
Supieron igualmente de otras aguas, rojas como la sangre, que les hacían perder el conocimiento y dormir los más extraños sueños...
Y a través de los «rebeldes» supieron también del odio, de la venganza, de la mentira y del asesinato.
Aquella nueva vida, a la sombra de los hombres de trajes brillantes y bastones mágicos, fue larga y regalada. Y los hijos de los hijos de los primeros hombres de Cro-Magnon conocieron también a los «rebeldes».
Pero un día, sin que los hombres de Cro-Magnon pudieran entenderlo, aquellos visitantes llegados del cielo montaron en sus carros de fuego y les abandonaron para siempre. Y se llevaron con ellos las aguas mágicas y los bastones de luz que les alimentaban...
Y el dolor volvió a los hombres de Cro-Magnon. Y conocieron de nuevo la angustia del miedo ante la oscuridad y ante la muerte.
Tuvieron que enfrentarse a las fieras y acosar los rebaños de ciervos con piedras y palos.
Y las mujeres parieron con dolor...
Los hombres del hermoso planeta Tierra —primitivos y puros hasta la llegada de los «rebeldes»— creyeron enloquecer. Y sus corazones se volvieron hostiles y sanguinarios. Desde entonces, la raza humana quedó señalada como una «especie alterada».
Fue necesario todo un «Plan» —trazado en el corazón de nuestro Universo Local— para devolver el «sentido» a los descendientes de los hombres de Cro-Magnon.
Por Ernesto de la Fuente ADVERTENCIA: Esto es solamente una ficción, de cómo podrían haber sucedido ciertos hechos históricos, de los cuales hemos oído hablar muchas veces, pero que siempre han sido una incógnita para nuestra plena comprensión y aceptación. No creemos que los personajes históricos hayan sido todos tontos graves, así es que nos permitimos ciertas licencias, con las cuales no pretendemos ofender a nadie.
El despegue se realizó sin mayores complicaciones. Las dos naves pequeñas se alejaron, en apariencia lentamente, de la nodriza, que permanecía orbitando allí mismo por los próximos 2 años.
Esta vez el aleccionamiento antes de zarpar había sido claro y categórico: tienen que hacerse entender, no podemos perder otro viaje. Cómo es posible que con todos nuestros conocimientos y tecnología, no podamos darles un simple mensaje a esta gente.
Pónganse en el lugar de ellos, traten de pensar como ellos. Puede que a veces les repugne, pero la misión hay que cumplirla. Si no, van a haber miles de muertos, los que nuevamente pesarán sobre nuestra conciencia, ya que pudimos evitar el desastre sin intervenir.
Entre otras cosas, tienen que recordar que ellos están en el año 1977 de su era.
—¿No estaban en el 5737?— preguntó Ariel.
—Esos son los judíos. Los demás lo cambiaron y ahora están en el 1977.
—Pero si ayer bajamos con Miguel y estaban en el 1418.
—No, esos son otros, los árabes que viven al lado.
—Bueno, definitivamente, ¿quién mide el tiempo en ese planeta?
—Eso a ustedes no debe importarles. Sólo sepan que llegarán allá el día 25, del cuarto mes del año de 1977, cuando su sol esté al otro lado.
—¿De noche?
—Sí, próximo al amanecer.
—¿Con luces?
—Sí, con hartas luces.
Esta vez era Ezequiel quien iba al mando de la misión, la que de por sí no lo convencía mucho.
Esos humanos ya llevaban siglos peleándose y matándose cada cierto tiempo, entre ellos. Eso les era inherente. Tratar de impedírselo era trabajo perdido.
Nosotros, a quienes ellos nos llaman Ángeles no podemos intervenir, eso es concluyente. Sin embargo, cada cierto tiempo ocurre lo de ahora. Llega alguien nuevo al Comando, y pretende hacer en un par de años, lo que los que llevamos aquí varios siglos no hemos conseguido hacer: que no se destrocen.
Esta vez se trata de unos pequeños estados o países, al sur de ese continente que tiene forma de pera.
Uno de ellos se dio cuenta que su vecino estaba pasando por apuros, tanto políticos como económicos, por lo que presumió que era el momento preciso para atacarlo y recuperar el suelo, que antes este, en otra matanza, le había arrebatado.
Bueno, si eso pasaba, el otro vecino de más arriba, querría que le devolvieran el mar (si, el mar. Se quitan y se dan el mar), y el de más abajo cavilaría que no le vendrían mal unas pocas islas por el sur, y así la cosa continuaría, hasta terminar en un conflicto continental y, tal vez, incluso mundial.
Aunque ustedes no lo crean, en este peculiar planeta las cosas funcionan así: la naturaleza tiene dueños.
Si usted fuera un humano habitante de cualquiera de esos estados, aún podría comprar un pedazo de suelo, cercarlo y no dejar que otros entren. Incluso hubo un tiempo no muy lejano, en que usted podía comprar a otro humano y obligarlo a trabajar para usted, siempre que tuviera la piel más oscura que la suya. ¿Raro, no?
Eso actualmente, en la mayoría de la superficie del planeta, no ocurre, por lo menos abiertamente, pero como la idea no está tan lejana, siempre queda la tendencia.
A este planeta azul, no es tan fácil de entrar, pues es necesario hacerlo desde los polos, ya que la entrada queda franqueada por dos colosales cinturones de radiación: los Van Allen, como ellos los denominan.
Esta vez se ingresó por el polo sur y luego se remontó la costa hacia el norte magnético del planeta. Normalmente era poco lo que se podía ver, ya que había empezado la noche de 10 horas que era normal en esa época. Sin embargo, retrasando el tiempo en los visores, se podía ver el paisaje de algunas horas antes.
Primero todo era blanco, luego empezaba el azul oscuro del océano y el verde de la costa. Inicialmente, el terreno era quebrado y compuesto mayoritariamente por islas, luego la costa se consolidaba en una línea sinuosa que iba de sur a norte. Qué hermoso. ¡Si sólo supieran conservarlo!
Luego la costa empezaba a perder el verde y a ponerse café amarillenta; se estaban acercando. Se cambiaron los visores a tiempo real, y se taladró la oscuridad con los amplificadores de luz. Todo era quietud.
* * * *
Ese día 24 de Abril de 1977, el capitán del ejército don Luis Solari, estacionado en Piure a 3.500 m de altura, tenía un problema. Había que relevar a la guarnición de pampa Lichima, compuesta por 7 soldados conscriptos, pero el cabo Rodríguez, que era quien debía comandarlos, había perdido franco para visitar a su familia abajo en la ciudad.
Rodríguez, quien era un muy buen elemento, hacía ya tres semanas que no bajaba, así es que por derecho le correspondía un permiso. ¿Quién, entonces, podría comandar a esos pelados?
Empezó a revisar el fichero: Aroca... no, ese estaba en la frontera. Contreras... enfermo de tifus. Marín... a cargo de la patrulla en Orire. Silva, acompañando al coronel Lander. Vázquez... ¿dónde estaba el cabo Vázquez?
—¡Ordenanza!
—Diga mi capitán.
—¿Dónde está Vázquez?
—Hace un rato lo vi en el casino, mi capitán.
—¿Qué hacía?
—Se preparaba para salir de franco, mi capitán.
—Deténgalo, y dígale que se presente aquí inmediatamente.
Así fue como el cabo Amador Vázquez Muñoz, de 32 años, se hizo cargo de la patrulla que esa tarde partió a pampa Lichima.
La idea, francamente, no le entusiasmaba mucho, ya que simplemente se trataba de cuidar caballos.
En ese lugar, el Regimiento guardaba alrededor de cien caballares, los que eventualmente se ausentaban en labores de patrullaje y vigilancia. Ni siquiera portaban armas, ya que éstas se habían destinado a los efectivos que estaban más cerca de la frontera. Sin lugar a dudas ese no era un ejército con muchos recursos.
Una vez que arribaron al lugar, lo primero que ordenó Vázquez a la tropa, fue que buscaran un refugio donde pasar la noche. Allí las temperaturas nocturnas a veces bajaban de los -10°C. No existía ninguna habitación, pero sí algunas murallas cercanas a los corrales.
En un lugar donde se juntaban dos gruesos murallones de barro formando un ángulo recto, quedaba algo de techumbre. Allí ordenó a sus hombres que descargaran sus pertenencias y prepararan un dormitorio.
Lo primero que se hizo fue prender un fuego y sobre él, poner una tetera. El sol ya se estaba poniendo, así es que se designaron las guardias para esa noche. Estas recayeron en los conscriptos Salas y Rojas.
Cómo aún quedaba luz, Vázquez decidió afeitarse, ya que existía la posibilidad que en la mañana pasara el Unimog con algún oficial para revisar la tropa. Le solicitó al conscripto Salas que le diera agua caliente y le preparara los instrumentos para rasurarse.
Se afeitó a conciencia. Luego hubo una pequeña charla con los muchachos, ya que no conocía a ninguno de ellos, y en seguida se acostó.
Lo primero que hizo fue rezar sus oraciones dando gracias al Señor por los sucesos de ese día, y rogando porque el mañana fuera mejor.
El cabo Amador Vázquez era evangélico pentecostal convencido, y en ese sentido, su comportamiento era impecable. Jamás participaba en las consabidas borracheras típicas de los soldados en el día franco, y dentro del ejército su proceder era acorde con sus creencias. Se mantenía soltero, ya que su situación económica así se lo exigía. Estaba contento con lo que hacía y se consideraba un verdadero soldado profesional.
Había aprendido a pensar como militar. Si un superior decía que algo era blanco, blanco tenía que ser, y no había posibilidad de cuestionarlo. En eso descansaba la gran eficiencia del ejército de ese país pobre. Sus hombres estaban realmente convencidos de que sus oficiales eran los mejores y que cuando daban una orden, había que cumplirla, aunque en ello les fuera la vida.
En este caso, sus órdenes eran cuidar los caballos y estar atento a cualquier avance que pudiera hacer el enemigo desde el otro lado de la frontera.
Para eso no contaba con armas de fuego, pero si algo pasaba, él sabría cómo arreglárselas. Increíble, pero así piensa esa gente.
Estaba profundamente dormido, cuando sintió que lo remecían, Era el conscripto Salas que repetía:
—¡Mi cabo! ¡Despierte mi cabo, mire que hay una luz!
Vázquez no entendía.
—¡Despierte mi cabo!, hay una tremenda luz.
Allí despertó el soldado profesional, y de un salto estuvo a la interperie.
Efectivamente, sobre los cerros de la cordillera se veía evolucionar en el cielo a una gran luz de color rojizo que cambiaba al anaranjado. Dio algunas vueltas por la cristalina noche estrellada y luego se estacionó detrás de un cerro, desde donde aún podía verse su resplandor.
Para el cabo Vázquez eso era algo nuevo e inesperado. Más de alguna vez había esperado que avanzara la infantería enemiga, tal vez tanques, pero eso....
El resto del contingente ya se había levantado, y miraban incrédulos hacia el cielo.
De repente, por el oeste apareció otra luminaria. Al mismo tiempo, comenzaron quedamente a relinchar los caballos, quienes con los ojos muy abiertos miraban la luz que se aproximaba.
—¡Todos agarren un palo! —ordenó Vázquez.
La luz bajaba y se acercaba a ellos por el frente.
Vázquez cogió un trozo de leña y avanzó decidido.
No, esos no eran los enemigos que esperaban. Estos eran otros, que venían del cielo en platillos voladores, y si algo venía del cielo y no era de Dios, y no estaba en las escrituras, no había duda: era del Demonio.
Eso, los domingos, su pastor se lo había dejado muy en claro: «Los espíritus de bien no vuelven a la tierra», «no os dejéis engañar por falsas señales», «el Maligno tiene muchas formas de tentar», etc, etc.
En vez de acobardarse, adquirió más fuerzas. Ahora, no solamente estaba defendiendo a su patria, sino que estaba del lado de Dios. ¡Era invencible!
—¡En el nombre de Dios, identifíquese! —gritó, inflando sus pulmones con el gélido aire de la noche. No hubo respuesta.
Levantó el leño y se abalanzó con todas sus fuerzas en contra de la luz.
Miguel tenía al hombre en el centro del visor. Jamás esperó esa reacción, ya que normalmente todos huían.
Inconscientemente, y más bien como una defensa, con el dedo meñique apretó el interruptor de tele-transportación.
Así, de repente, los tres «Ángeles» se encontraron con ese energúmeno dentro de la nave, el que empezó a dar mandobles a diestra y siniestra con el leño.
Podían imaginarse que vendría después: otros siete iguales atacando como animales, así es que lo más prudente era retirarse.
Todo había ocurrido tan rápido, que confundidos, en vez de hacerlo en el espacio, lo hicieron en el tiempo.
Los conscriptos vieron incrédulos cómo la luz se apagaba y allí no quedaba nada. Ni siquiera Vázquez.
—Mi cabo, mi cabo, ¿dónde está? —repetía Salas.
—¡Mi caaaabo!
La oscuridad era total, y frente a ellos sólo estaba el árido y silencioso desierto.
Ezequiel vio que las cosas no estaban saliendo como esperaba.
Atrás habían quedado esos siete, y quizá que podrían hacer en el lapso del tiempo que a ellos les tomaría devolver al que tenían a bordo.
Probablemente tendrían radios, y llamarían a muchos más. Mejor sería dormirlos.
Entretanto el que había subido a bordo, ahora se encontraba con la espalda pegada a la pared divisoria del entrepuente, con los ojos llameantes y blandiendo el trozo de madera.
—Duérmelo —indicó a Ismael. Este tocó un comando y las vibraciones de baja frecuencia invadieron el entrepuente.
Vázquez no resistió.
Lo tomaron con gran facilidad entre Miguel e Ismael y luego lo subieron a la mesa de observación. Esta vez no iban a correr riesgos, así es que lo amarraron con correas en brazos y piernas.
Luego comenzó el escáner médico.
El espécimen no era muy grande, pero sí robusto. Todos sus órganos funcionaban bien, aunque el corazón era algo pequeño. La musculatura era dura, la presión sanguínea estaba disparada y las ondas beta cerebrales eran casi nulas.
Así era muy difícil comunicarse con él, había que esperar que desapareciera esa gran cantidad de adrenalina de su torrente sanguíneo, para que su cerebro recuperara su condición receptora.
Ezequiel estaba molesto. Sin querer había traspasado la barrera del tiempo llevando un pasajero, y ahora devolverlo traería complicaciones. Desgraciadamente, ya nada se podía hacer fuera de esperar.
Rápidamente razonó, y se dio cuenta que convenía mucho más volver a la nave nodriza, que seguir esperando allí en ese limbo de tiempo.
En lo que demoraría en llegar allá, ya el humano habría despertado y se habría calmado. Además allá existían muchos más elementos como para lograr una comunicación telepática, especialidad en la cual él no era muy ducho.
Dio las órdenes pertinentes y las tres naves, con todas sus luces apagadas, volvieron a tiempo real y aceleraron casi verticalmente.
La llegada a la nodriza fue totalmente normal, tal como se venía repitiendo por años, y con ayuda de más personal, bajaron a Vázquez.
Las primeras horas fueron tensas, ya que parecía que, al revés de lo pronosticado, el espécimen no quería despertar.
Finalmente, los monitores empezaron a acusar actividad beta y gama en el cerebro del humano. Parece que volvía.
—Llamen a Rafael, el invitado está despertando —dijo Ariel.
Poco rato después, se formaba una ronda alrededor de la mesa de observación. Todos miraban desde arriba al pobre Vázquez. Rafael dijo lentamente:
—Hermano, tú puedes escucharnos aunque nosotros no hablemos.
No hubo respuesta, sólo los ojos negros de Vázquez se paseaban por las bellas facciones de los presentes.
—Hermano, escúchanos, queremos hablar de paz.
El monitor emitió un pito, y las ondas cerebrales se aceleraron. Nuevamente, se estaba produciendo adrenalina.
—Cálmate hermano, no queremos hacerte daño.
Las ondas seguían acelerándose y ahora aparecieron otras de color amarillo y más quebradas. Se estaba activando el centro de lenguaje. ¡Iba a hablar!
—Escucha hermano, nosotros....
—Cabo primero Amador Vázquez Muñoz, libreta de enrolamiento número 5.277.320-K, Regimiento de Infantería Fronteras, Batallón Los Héroes, Compañía Ana —resonó como un trueno la voz de Vázquez.
Nadie esperaba eso, pero con paciencia volvieron a la carga.
—Seguramente estás un poco confundido por estar en este lugar, pero nosotros podemos explicarte que no corres riesgo alguno. El encuentro contigo ha sido casi casual, pero queremos aprovecharlo para enviar contigo un mensaje a tus superiores.
—Cabo primero Amador Vázquez Muñoz, libreta de enrolamiento número 5.277.320-K, Regimiento de Infantería Fronteras, Batallón Los Héroes, Compañía Ana —sonó con idéntica entonación que la vez anterior.
—Cálmate, si nosotros sólo queremos....
Ahora Vázquez se retorcía en la camilla, en el scanner sonaban pitos y campanas, se prendían luces rojas y hubiera conseguido liberar uno de sus brazos si no es porque Ariel y Miguel lo sujetaron.
—No hay caso, está muy alterado. Duérmanlo —ordenó Rafael.
—Cálmate hombre, aquí estás entre amigos —le susurró Ariel, dándole unas palmaditas en la cara.
—Cabo primero Amador Vázquez Muñoz, libreta de enrolamiento num..... —alcanzó a decir el cabo.
La escena se repitió 5 veces en los próximos tres días. Haría sido muy difícil distinguir que era mayor: la tozudez del milico o la paciencia de los «Ángeles».
Decidieron dejarlo por más tiempo y tratar de relajarlo con música y sedantes. Nadie podía ser tan duro de entendederas.
Al día siguiente, ya la adrenalina había desaparecido totalmente del torrente sanguíneo. Se bloqueó temporalmente el funcionamiento de la médula, de las glándulas suprarrenales, para impedir la producción de adrenalina, sin influir en la corteza, para no alterar la producción de aldosterona. Se le administró fenotiazinas y sonidos tranquilizantes.
Esta vez no había caso, tenía que estar tranquilo. Por muy porfiado que fuera, no podía ir en contra de la biología.
El semblante de Vázquez se notaba más distendido, e incluso, a veces entre sueños sonreía.
Ahora Ezequiel casi podía entender el comportamiento del humano en los días anteriores. Seguramente era muy estresante estar en ese medio desconocido, aislado de sus pares y sumergido en una realidad totalmente desconocida para él.
Trataron de nuevo, esta vez no podían fallar; todos los canales de entrada estaban abiertos, el sistema nervioso relajado y se notaba buena disposición en el sujeto.
—Hermano, ¿nos escuchas?....
Todos vieron reflejarse una amplia sonrisa en la cara de Vázquez.
—Bien, hermano. Nosotros queremos que tú seas portador de un mensaje para evitar una guerra absurda. Ustedes no saben las desastrosas consecuencias que ésta puede traer para las próximas generaciones. ¿Nos entiendes?
La sonrisa en el rostro de Vásquez se agrandó.
—¡Excelente! ¿Estás dispuesto a ayudarnos?
Vázquez comenzó a mover los labios, trataba de decir algo, pero no le salía.
—Hermano, no temas, sólo intentamos ayudarte.
Entonces se escuchó clara, nítida y calmada, la voz del espécimen:
—Cabo primero Amador Vázquez Muñoz, libreta de enrolamiento número 5.277.320-K, Regimiento de Infantería Fronteras, Batallón Los Héroes, Compañía Ana —y... siguió sonriendo.
Todos los presentes se miraron entre sí. Era inaudito.
—Algo debe de andar mal, nadie puede ser tan porfiado —dijo desalentado Ariel.
—Tal vez un problema en el centro del lenguaje.... alguna frase incrustada por algún trauma —pensó en voz alta Rafael.
—Probemos.
—Trata tú —dijo Rafael mirando a Ezequiel.
Este comenzó a concentrarse mirando la morena cabeza de Vázquez. Todos estaban expectantes. De repente, Vázquez habló:
—Mi... nombre... es... Ezequiel.
—¡Ves!, resulta —dijo Ariel.
—Sigue —agregó Rafael.
—Estoy hablando por... intermedio de... la... de... de... nuestro amigo..... —decía Vázquez, adoptando los mismos gestos faciales que en esos momentos tenía Ezequiel.
Para todos los presentes, eso era natural y lo único que les extrañaba era que no hablara de corrido. ¡Hasta para eso era difícil!
—Trata con frases más largas —dijo Rafael.
—Es que no sé cómo se llama —dijeron Ezequiel y el cabo Vázquez, al mismo tiempo.
—¡Ahora no se desliga! —opinó Rafael alarmado.
—Es que está subiendo la adrenalina.
—Pero eso no es posible —continuó el dúo.
—Habrá que sedarlo de nuevo —alegó Rafael, molesto.
—¿Y cómo me desligo yo? —reclamaron Vásquez y Ezequiel a coro.
—Al dormirse cesa toda conexión en el hipotálamo, y basta, dejémoslo —terminó Rafael.
Así pasaron otros dos días, y allí recién, los «Ángeles» se dieron por vencidos.
Era imposible tratar de ir en contra de un instinto así. La dura educación militar, combinada con la formación religiosa rígida, habían convertido esa mente en un yunque, contra el cual no se sacaba nada con patear. Habría sido más fácil hacerlo de nuevo, que cambiar esa mentalidad.
Decidieron que había que devolverlo. Esto iba a ser difícil, ya que habría que dejarlo en el mismo espacio y en el mismo tiempo en que se lo habían llevado.
Lo del lugar no era tan difícil, ya que con la asistencia de la nodriza, sólo podrían tener un error de metros, o tal vez de sólo centímetros, pero el instante, eso era otra cosa.
Moverse en el tiempo es difícil, ya que como el tiempo no es constante, dar con el año, mes, día y hora, ya es una proeza. Ahora, cuando se quiere coincidir en el minuto exacto, eso es sólo obra de especialistas, y Ezequiel creía ser uno de ellos.
Empezaron el viaje de regreso con su pasajero, y al abandonar la costa y comenzar a internarse en el altiplano, se inició la distorsión temporal. Al llegar a pampa Lichima, estaban sólo 55 minutos adelantados.
Buscaron el lugar: 69. 27. 32. 17. 45. 18. Comenzaron a retroceder en el tiempo, lento, muy lento.
Todo quedó funcionado en automático y los tres se dirigieron a soltar las ataduras de Vásquez. Éste se encontraba amodorrado y los miró sonriente.
Lo bajaron de la mesa de observación y le ayudaron a caminar hacia la salida de transferencia, que se encontraba en la parte baja del centro mismo de la nave.
El cabo Vázquez caminaba erguido, sin embargo su cabeza apenas sobrepasaba la altura del codo de sus captores.
Mientras Ariel e Ismael sostenían a Vázquez, uno de cada brazo, Ezequiel se adelantó un paso para observar los números del contador que estaba en la parte superior de la salida.
—Nos faltan 10 metros y estamos 45 segundos antes —leía Ezequiel.
Vázquez quedó relajado como un muñeco repetía:
—....segundos antes....
—Siete metros y 15 segundos.
En ese instante, todos los músculos de Vázquez se tensaron como una cuerda de violín, repentinamente empujó hacia atrás, y afirmándose en sus dos captores elevó sus piernas propinando un limpio puntapié en la cara de Ezequiel.
Este se fue de espaldas justo en los momentos en que el contador aparecía T = 0, es decir que habían llegado al instante indicado.
—¡Bótenlo! —gritó Ezequiel desde el suelo.
Vázquez forcejeaba codo a codo con sus captores, a pesar de su patente inferioridad física.
—¡No se puede, aún estamos a más de 6 metros del suelo! —alegaba Ariel.
—¡Bótenlo! —insistía Ezequiel— ¡Se va a pasar el tiempo!
Ariel e Ismael hacían lo posible, pero la resistencia de Vázquez era dura.
— T = +7 —gritaba Ezequiel— Nos estamos pasando, bótenlo.
Por fin lograron asir de la ropa a Vázquez y entre los tres, a duras penas lo empujaron al centro del agujero negro que había al centro de la habitación.
Finalmente, Vázquez cayó.
—¿Tiempo? —preguntó Ezequiel, exasperado.
— T = +15, pero cayó de 4 metros de altura —dijo Ariel apesadumbrado.
—Espero que no se haya matado —replicó Ismael.
Los soldados conscriptos llevaban ya 15 minutos vagando adormecidos por la noche altiplánica, cuando vieron que repentinamente aparecía una sombra sobre ellos que tapaba las estrellas. Aún no se daban bien cuenta de lo que ocurría, cuando algo pesado como un saco cayó detrás de ellos.
—¿Qué pasa? —gritó Rojas.
—¡Es mi cabo! —gritó Soto.
Todos se dieron vuelta hacia donde había caído el bulto y ayudaron a pararse al cabo Vázquez.
Arriba Ezequiel volvió a los comandos de la nave, haciéndola ascender y alejarse algunos metros de los soldados, para allí poder estabilizar todo el estropicio causado por Vázquez. No fuera a ser que a estos otros siete salvajes también se les ocurriera atacar.
Su boca sangraba levemente, y se le notaba alterado.
—Aquí quedó el palo con que subió. ¿Qué hacemos con él? —preguntó Ismael.
—¡¡Bótalo para abajo también... y ojalá que se lo meta....!!
—¡¡¡Ezequiel!!!
—¡Qué Ezequiel!, si me rompió el labio y parece que me soltó un diente... ¡Como a ti no te atacó...!
—¡¡Ezequiel, recuerda quién eres!!
—¡Cómo pueden decir que estos también son humanos! ¡Viste cómo me agredió!
Esta no era la primera vez que Ezequiel recibía una herida en el cumplimiento de su labor, pero desde que había adquirido la calidad de «Ángel», esta era la primera vez que alguien lo hería intencionalmente. Incluso le había brotado sangre, ese precioso y sagrado fluido, cuyas propiedades estos ignorantes desconocían.
—Así jamás podremos acercarnos a ellos, son unos animales —reclamaba Ezequiel.
—Cálmate hombre. Fue un error. ¡Pero tú no puedes reaccionar así!
—¿Cómo quieres que reaccione? Tratas de ayudarlos y te patean en el rostro. Así nunca sabrán quienes somos y de donde venimos....
Abajo los conscriptos se habían reunido alrededor del cabo Vázquez, quien paseaba su perdida mirada por los rostros de los espantados soldados, mascullando palabras ininteligibles:
—....as podre.. ..nos aell... —balbucía haciendo gestos de enojo.
—Está delirando —dijo el chico Rojas.
—¡Mírale la barba! —terció Salas.
—¡Pero si recién se había afeitado!
—....nunca sabrán quienes somos.... nunca sabrán quienes somos y de donde venimos... Así nunca sabr.... nunca —seguía Vázquez.
—Está delirando —gritaron varios.
—....acercarnos... son unos ignorantes.... nunca sabrán.... quienes somos y de donde venimos.
—¡Es un mensaje! —gritó el Flaco Pérez.
—¡Quedó hueviáo! —indicó el Chilote Barría.
—...nunca sabrán quiénes somos y de dónde venimos....
El Huaso Robles era uno de los pocos que aún conservaba la calma y que todavía no había dicho nada. Se acercó, se enderezó sobre su metro ochenta y sin decir aguavá, le encajó un derechazo en plena mandíbula.
Vázquez cayó inconsciente.
Allí pudieron observar con más detenimiento su rostro. Estaba más flaco y desencajado, pero lo más extraño era su barba. ¡Estaba crecida como de cinco días! siendo que todos lo habían visto afeitándose sólo unas pocas horas antes.
Arriba, en la nave había un sabor amargo. Nada había resultado.
Ezequiel, arrepentido de su exabrupto, oraba.
Como a las seis de la mañana del día 25 de Abril de 1977, cuando poco faltaba para que el sol apareciese, la nave, sin luces, comenzó a retirarse.
Los caballos otra vez relincharon suavemente, como cómplices, con sus grandes ojos negros fijos en ese punto que se alejaba. Ellos comprendían...
Por Ernesto de la Fuente ADVERTENCIA: Esto es solamente una ficción, de cómo podrían haber sucedido ciertos hechos históricos, de los cuales hemos oído hablar muchas veces, pero que siempre han sido una incógnita para nuestra plena comprensión y aceptación. No creemos que los personajes históricos hayan sido todos tontos graves, así es que nos permitimos ciertas licencias, con las cuales no pretendemos ofender a nadie. Eran aproximadamente las tres y media de la tarde y el sol pegaba fuerte en el desierto de la meseta de Judea. Uriel y Samaniel aguantaban estoicamente los 42º C y caminaban con energía con rumbo 236, tal como se les había indicado.
Hacía menos de 20 minutos que habían salido de la tienda de ese tal Abraham, donde se había realizado la última reunión y poco más de 8 horas desde que habían sido tele-transportados desde la gran nave que orbitaba la Tierra, a más de 680 Kms de distancia.
No conversaban, ya que entre ellos podían leerse el pensamiento, el que para ambos era igual: terminar lo antes posible esta misión, volver a la nave con su aire acondicionado y luego retornar a casa. ¡Ya llevaban demasiado tiempo fuera!
Todo habría sido más fácil si no hubiera existido ese famoso Lot y su familia.
Gabriel podría haber quemado inmediatamente el exceso de combustible nuclear que habían acumulado en todos estos años, y luego echárselas rápidamente para la casa.
Pero no. El tal Lot, a quien no conocían, se le había ocurrido irse a vivir a Sodoma, ese pueblo cercano al depósito, y del que tanto se cuchicheaba y se hacían bromas en la nave.
Lo peor era que Lot era sobrino de Abraham, quien era amigo de Gabriel, y que además cumplía con todos los mandamientos. No podían sacrificarlo a él también, pero... ¡Cómo se le ocurría irse a vivir allí, con todos esos pecadores degenerados!
Ahora ellos tenían que ir a sacarlo antes de la explosión, la que a más tardar debería realizarse a las 07:18 del día siguiente, para así poder abandonar la gravedad terrestre antes de la hora H, que era las 08:06. Quedaban 14 horas y 23 minutos.
No fuera cosa que se pusiera porfiado y no quisiera salir. Con estos judíos podía esperarse cualquier cosa, eran tan burros.
Siguieron caminando por otros 15 minutos hacia un montículo que se veía a lo lejos.
Al acercarse vieron que se trataba de un letrero escrito en arameo, en el que se podía leer:
Sodoma: 27 estadios. Gomorra: 56 estadios.
¿Qué significaría eso? ¿Cuales eran las equivalencias?
Desgraciadamente no había puesto mucha atención cuando los aleccionaron antes de bajar. Sólo recordaba que un estadio tenía 8,76 cañas y una caña 3,217 codos y un codo 9,3 palmos, pero eso traducido a U.U. ¿cuanto sería?
—Ya casi estamos allí —dijo Samaniel, adivinando los problemas de su compañero.
—Ya estaba bueno —protestó Uriel—. Esta sandalia que me dieron me queda grande y se me anda saliendo a cada rato. ¿Por qué no podemos venir acá con nuestras propias botas?
—Cómo se te ocurre. ¿Dónde has visto ángeles con botas?
—Pero si con estas polleras largas no se notarían.
—Calla, que allí viene un pastor - ¡La paz sea contigo, buen hombre!
—Paz forastero, ¿hacia donde os dirigís?
—A Sodoma, a entregar un mensaje.
—Tened cuidado con sus habitantes, yo me escapé jabonado.
—¿Cómo así?
—Entré a la plaza mayor a comerciar mis ovejas, pero fui sorprendido por una banda de fascinerosos que me persiguieron con inconfesables fines.... El que tenga oídos que escuche... Logré escapar yo, más no así algunas de mis ovejas... Bueno, total de todas maneras las iba a vender —agregó el pobre pastor consolándose.
Lamentablemente, Uriel y Samaniel habían sido tan bien criados y educados, antes de salir a esta misión, sin ver malos ejemplos, que nada entendieron de lo que intentó decirles el pastor, así es que siguieron su camino para cumplir con su deber.
Pronto cruzaron las murallas de la ciudad y se internaron entre sus callejuelas.
No dejó de impresionarlos el Palacio del Ayuntamiento, pintado de color rosa, o el Sanedrín de un beige barquillo.
No podía negarse que en arquitectura y paisajismo los sodomitas tenían muy buen gusto, aunque un poco recargado, según Samaniel.
También los emocionó la propaganda callejera.
Sobre el Palacio de Gobierno había un gran letrero que decía: «El Camino a la Felicidad es el Recto».
—¡Que bien! —pensaron ambos servidores del Señor.
Ahora buscaban la casa de Lot: Las Jacarandas 027.
No estaba. Había Las Higueras, Los Olivos, pasaje Las Higuerillas, los Sicomoros, pero Jacarandas nada.
Decidieron preguntarle a un hombre que pasaba. Este era chico, moreno y tuerto.
—Decidme hombre, ¿conocéis la calle Los Jacarandas?
—Uy, no. Fijesé que yo no soy de aquí, yo soy de Gomorra fijesé. Vine a ver a un amigo. Pero las calles con nombres de flores están para el otro lado, fijesé.
Era impresionante como el hombre incrustaba su mirada en ambos ángeles.
—Gracias, la encontraremos —dijo Samaniel con una hermosa sonrisa.
—Chao —dijo el hombre lentamente y mirándolos de reojo hacia arriba.
—Chao —repitió Uriel extrañado.
El hombre se retiró, pero cuando estaba como a 20 metros de ellos, se dio vuelta y gritó:
—¡Mijitos ricos! —y salió huyendo.
Uriel y Samaniel no supieron qué pensar. Raro el tipo.
Finalmente dieron con la dirección. Era una casa como cualquiera otra de la vecindad, en la que por supuesto no se veía ningún jacaranda. La puerta estaba abierta y afuera sentado en la vereda, tomando aire de la tarde, se encontraba el propio Lot.
Inmediatamente reconoció a los ángeles por su estatura, se levantó a recibirlos y se inclinó hacia el suelo.
—Bienvenidos señores, os ruego que entréis a casa de vuestro siervo.
—Gracias hombre, ¿eres tú Lot, sobrino de Abraham, hijo de Taré? —alcanzó a preguntar Samaniel, antes de que desde adentro se escuchara una chillona voz femenina.
—Loty, ¿quién es?
—Son los Ángeles, m'hijita.
—Que se limpien los pieees.
—Si m'hijita.
—¡Es que yo no me voy a pasar toda la vida limpiando! Tú por lo menos podrías haber barrido la vereda para que no entrara tierra. La última vez que vinieron tus amigos....
—M'hijita, es que esos no eran ángeles.
—No os preocupéis mujer. Nosotros sólo venimos a dejaros un mensaje y luego nos retiraremos —alcanzó a decir Samaniel.
—Señores, no podéis hacerme eso, ya luego caerá la noche. Concededme el honor de hospedaros —dijo Lot compungido.
—No os preocupéis buen hombre, nosotros nos arreglamos en cualquier lugar —dijo Samaniel.
—Señores, por favor, no despreciéis el hogar de este humilde siervo. Además la ciudad es peligrosa de noche.
—Bueno, si insistes —se adelantó Uriel.
—Señores pasad, allá al fondo a la derecha, podréis lavaros vuestros pies.... Mi amooor, prepárenos algo de comer.....
—¡No hay levadura!
—Bueno, unas aceitunitas que sea, y haga el pan sin levadura.
—Usté sabe que así no sube. Además con la porquería de horno que tenemos, quizás cuánto se va demorar. La leña que trajeron esos amorreos no sirve para nada, y además te engañaron. Eso nunca es un efa de leña, ni siquiera son cinco gomer. En Ur, en casa de mi padre, le comprábamos la leña a los caldeos y esa si que era leña, no como....
—Mi amorcito... ¿nos deja conversar, por favor?...
—Claro, solamente lo que tú hablas tiene importancia.
—Por favor, callad un momento que traemos importantes nuevas del Señor.
—Ohhh —fue lo único que se le ocurrió decir al pobre Lot.
—Sí. Esta ciudad será destruida por su iniquidad —dijo Uriel adelantándose y cerrándole un ojo a su compañero.
—Sí, por su iniquidad —repitió Samaniel.
—¿Toda Sodoma? —preguntó Lot incrédulo.
—Sí, y además Gomorra.
—Supongo que esta no será una broma —balbuceó Lot.
—¿Qué es lo que van a destruir? —gritó la mujer desde la cocina.
—Toda la ciudad, mhijita.
—¡Cómo! ¿Y esta casa?
Se produjo un embarazoso silencio, y luego Samaniel dijo compungido:
—También.
La mujer salió de la cocina indignada.
—¿Cómo es posible? ¡Ahora salen con eso! ¿Por qué no avisaron antes? Acabamos de cambiar el piso, y ni siquiera hemos terminado de pagarla....
—¡Mejor! —saltó Uriel, aunque luego tuvo que arrepentirse ante la mirada disciplinaria de su compañero.
—Supongo que Alguien nos pagará los daños.... Si no, qué saca una con seguir los mandamientos..... Yo siempre le dije a este tonto....
—Pero..... ¿perecerán todos? —gimió Lot, mirando el bello rostro del ángel.
—Todos.
—Pero si hubiera algunos justos.....
—Mira —dijo Samaniel conciliador—, eso ya lo discutió tu tío con el Señor, pero no se encontró a nadie. Aquí el que no es gay es estafador, ladrón o ufólogo. No hay caso.
—Bueno y ¿quién se encargará del traslado? —inquirió la mujer— porque las cosas que nosotros tenemos son finas, incluso tenemos algunas vasijas que trajimos desde Ur, y que ni aquí ni en otra parte se encuentran. También las niñitas tienen que llevar lo que es de ellas, porque cuando encontremos con quien casarlas.........
—Deberemos partir de mañana —zanjó Samaniel, ya algo molesto.
—Claaaro, y con el apuro no vamos a alcanzar a recuperar las cosas que este tonto de mi marido ha prestado por toda Sodoma, a pesar de lo que siempre yo le he dicho, que.........
En eso estaban cuando se escucharon fuertes ruidos y murmullos en la calle, seguidos por potentes golpes en la puerta de entrada.
—Lot, sobrino de Abraham, hijo de Taré, ¡Abrid la puerta! —se escuchó decir a una engolada y aguardentosa voz.
—¡Escondeos señores, son ellos! —tartamudeó Lot.
—¿Dónde están los hombres que vinieron a tu casa esta noche? ¡Sácalos! ¡Queremos conocerlos! —gritaron desde fuera.
—Ningún problema —dijo inocentemente Samaniel abriendo la puerta—. Nosotros mismos nos presentaremos.
—¡Nooo, señor! —gritó Lot— ¡¡Hablan en sentido bíblico!!
Ya era tarde, Samaniel había abierto la tranquera y una multitud trataba de ingresar por la angosta puerta. Sin embargo el ángel, con la cooperación de su compañero y pensando en la limpieza del piso de la mujer de Lot, empujó hacia afuera, arrastrando con facilidad a la mayoría de los sodomitas.
Afuera varios rodearon a Uriel.
—Contigo queríamos conversar, bello dátil del desierto.
—Sí, sí, pero quitadme la mano de ahí.
—Eres alto y esbelto como una palma.
Samaniel no se las llevaba mejor. Lo habían rodeado varios individuos con el velludo torso desnudo y muñequeras negras de cuero, que trataban de susurrarle cosas en el oído.
Lot aterrado contemplaba todo esto desde la puerta de su casa, acompañado por su mujer y sus dos hijas. Estas últimas observaban con lascivia y entre risitas lo que estaba ocurriendo. Habían crecido en ese ambiente, se estaban divirtiendo. Ellas no solamente habitaban Sodoma, sino que Sodoma había terminado por habitar sus corazones.
—Por favor, amigos míos —se atrevió a decir Lot— no vayan a hacer una cosa tan perversa. Yo tengo dos hijas que todavía no han conocido varón (ahora las risitas de las muchachas se transformaron en carcajadas). Voy a sacarlas para que ustedes hagan con ellas lo que quieran, pero no les hagan daño a estos hombres, porque son mis invitados.
Recién ahora Samaniel vino a caer en la cuenta de qué se trataba.
Una ola de santa indignación lo invadió. De un solo empujón se deshizo de los que lo rodeaban y gritando: «¡Uriel, hade ben assá!», se parapetó contra la muralla.
Su compañero reaccionó al unísono y extrayendo un pequeño aparato dorado de entre sus ropas, cerró los ojos y disparó contra la multitud.
Una luz blanca cien veces más potente que un arco voltaico invadió el ambiente por unas centésimas de segundo, penetrando a través del cristalino y quemando la retina de los que mantuvieron los ojos abiertos. Luego sólo se escucharon quejidos.
—Entremos —mandó Samaniel.
Ya todos estaban adentro cuando Lot se dio cuenta de que sus hijas no estaban. Desesperado volvió a buscarlas. Tuvo que saltar por entre los cuerpos de los sodomitas que se arrastraban por el suelo absolutamente ciegos.
—Aaaaayyy... Eliyah, ¿dónde estás?
—Animaaal..... mira, se me quemaron las pestañas.... uuuyyyy.
—¿Cómo quieres que mire, si no veo ná?
—¡Maldito goim, me quemaste la cara, me va a quedar la cicatriz!
El olor era intolerable. Una mezcla de sudor masculino con perfumes como pachulí y sándalo, además del hedor a pelo quemado. Todos tenían sus manos en el rostro, algunos sollozaban quedamente.
Como a 20 metros de distancia y ayudado por la luz de la luna, Lot divisó a sus hijas. Estaban agachadas en la oscuridad tratando de reanimar a uno de los caídos.
—Leth, Leth..... somos nosotras ¿Donde está Jazmín?
—No seeee...... no veo nada.
—Levántate, salgamos de aquí.
—¡Hijas! —gritó Lot— ¿Qué hacen aquí?
—¡Pero padre, no dijiste que.....!
—¡Adentro!
—Pero tú a ellos les prometiste.....
—¡¡Adentro!!
De mala gana las muchachas entraron a la casa.
Ahora la figura de Samaniel había adquirido un extraño brillo. Sus ojos azul intenso, parecían escupir fuego. Ya no era el humilde y condescendiente gigantón de hace pocos instantes. Con una sola mano tomó a Lot por sus ropas a la altura del pecho y lo sentó sobre la mesa.
—¿Tenéis más familiares aquí?
—....No.......yo.....
—Toma a tus hijos, hijas y yernos, y todo lo que tengas en esta ciudad; sácalos y llévatelos lejos de aquí, porque vamos a destruir este lugar.
—...Si...
—Ya son muchas las quejas que el Señor ha tenido contra la gente de esta ciudad, y por eso nos ha enviado a destruirla.
—...Si...
—Ahora levántate y prepara todo, que no tienes mucho tiempo.
La mujer de Lot, que debido a la sorpresa había permanecido hasta entonces callada, volvió a la carga:
—Bueno, aún no hemos arreglado el asunto del lugar donde iremos a vivir. Mire que las niñas están acostumbradas a tener su propia....
—¡¡Calla, mujer!! —ahora fue Uriel quien rugió— ¡Trata de salvar tu propia vida!
Nunca la habían tratado así, así es que la mujer ni chistó. Solo pensó:
«Ayyy, Si mi marido fuera alguna vez así.....».
En esa casa, esa noche nadie durmió, y antes del alba Samaniel se acercó a Lot que dormitaba apoyado en la mesa del comedor, y lenta y dulcemente le dijo en voz baja:
—Levántate, toma tu mujer, y tus dos hijas que se hallan aquí, para que no perezcas en el castigo de la ciudad.
Al despertar, Lot estaba paralogizado, sus ojos se encontraban fijos en el vacío y su boca entreabierta. No atinaba a hacer nada. No hablaba.
Lo que había visto y oído en esas últimas 12 horas era demasiado para un simple comerciante judío. Creía firmemente en el Dios de sus padres, pero nunca había visto su poder tan de cerca, y ahora iba a ser testigo de la aniquilación de dos ciudades.
Siempre había abominado de los habitantes de Sodoma y Gomorra por sus pervertidas costumbres, pero ahora.... después de ver esa caricaturesca escena en la puerta de su casa..... solo tenía pena...... pena y miedo. Sí, mucho miedo.
Desde las habitaciones interiores apareció Uriel acompañado de la mujer y las hijas de Lot.
—Vamos —dijo.
Lot ni se movió.
Ambos ángeles se miraron. Era obvio que ese hombre estaba bloqueado, y que ninguna palabra podría moverlo. Ya estaban acostumbrados.
Samaniel acarició la cabeza de Lot y blandamente lo tomó de la mano. Lo mismo hizo Uriel con la mujer y las hijas, y así tomados todos de la mano salieron de la vivienda.
Las calles estaban vacías, aunque de vez en cuando aparecía uno que otro rostro tras alguna ventana o incluso alguien en las esquinas, que al verlos huía.
Se había corrido la noticia del extraño poder de esos hermosos extranjeros.
Así caminando, llegaron a las afueras de la ciudad y Samaniel se dirigió a Lot:
—¡Ahora corre, ponte a salvo! No mires hacia atrás, ni te detengas para nada en el valle. Vete a las montañas, si quieres salvar tu vida.
Lot con la caminata y el aire fresco de la noche, se había recuperado y en esos momentos estaba recién tomando conciencia, aterrado, de lo que ocurría:
—¡No señores míos, por favor! Así, con todas las cosas que cargan mi mujer y mis hijas, jamás llegaríamos a tiempo a las montañas.
Uriel y Samaniel miraron la llanura hacia El Lissan.
Lo que acababa de decir el judío podía ser cierto. Las montañas de Hebrón se encontraban a bastante distancia y a ese paso, el hombre y su familia demorarían cerca de una hora en llegar.
En esos momentos Amiel y Misael ya deberían de haber puesto el detonador y seguramente se dirigían al teletransportador. La reacción nuclear no tardaría más de cincuenta minutos en producirse.
Incluso ellos corrían peligro, ya que el regreso al punto de encuentro les tomaría sus buenos 45 minutos. No podían seguir acompañando a Lot y su familia, ya que iban en sentido contrario.
—Señores —clamó Lot—, cerca de aquí hay una ciudad pequeña, a la que puedo huir. ¡Déjenme ir allá para salvar mi vida!
—¿Qué es esto? —pensó Uriel.
—Se trata de Zoar —le respondió telepáticamente Samaniel—, una ciudad pequeña y que se encuentra al noroeste y a mucho menor nivel que las otras, es probable que sobreviva a la onda expansiva.
—Te he escuchado y voy a hacer lo que me has pedido. No voy a destruir la ciudad de que me has hablado —total, no estaba en la lista, pensó— pero ¡anda! vete allá de una vez, porque no puedo hacer nada, mientras no llegues a ese lugar.
El pobre hombre no hallaba como agradecer a los ángeles, e intentó tomar la mano de Samaniel y besarla, este la retiró y en tono autoritario dijo:
—¡Vete!
La mujer lo tomó de la manga y acercando su boca al oído de Lot, le susurró:
—Anda, aprovecha ahora para pedirles.....
—Ahora no m'hijita.
Los ángeles se alejaron caminando rápidamente hacia Idumea al sur de Hebrón. El sol aún no comenzaba a aparecer al otro lado de las montañas.
Lot caminaba, miraba al cielo y oraba. Sus hijas le seguían de cerca ahora mucho más serias, aunque todavía incrédulas. La mujer refunfuñaba.
—Lot, sobrino de Abraham, perfectamente podrías haberles dicho que......
—¡Esperen! —dijo Lot— Ustedes sigan adelante, yo necesito orar.
—Claaaro, con eso lo arreglas todo —dijo la mujer, pero siguió caminando.
Lot dobló sus rodillas y extendió sus brazos en cruz. Su oración era un murmullo ininteligible. Así permaneció como dos minutos, después de los cuales se le oyó decir:
—Señor, escucha Señor mi ruego.....
Luego, con su mirada perdida entre los arreboles del amanecer, siguió caminando hasta unirse al grupo.
Siguieron andando hasta llegar a Ben Haseth, donde el camino comenzaba a bajar hacia Zoar. La mujer no dejaba de hablar, pero ahora con sus hijas:
—¡Vieron!, hagan algo ustedes, ¡Díganle!, porque tendrían que pagarnos por lo menos la casa. Si no aprovechamos ahora........
El sol comenzó a mostrarse en el horizonte.
Lot lo contemplaba aterrado, aunque no podía dejar de escuchar los reclamos de su mujer.
—Claro, ellos se van y qué les importan las cosas de los demás. Después de haber venido a la casa varias veces a comer cordero, ahora llegan y se van y no se acuerdan de nosotros, y este marido tonto y santurrón que Yahvé me dio.....
Así, de hinojos y de vez en cuando levantando sus brazos al cielo el pobre hombre seguía murmurando. Las mujeres ahora discutían acaloradamente en la mitad de la bajada hacia Zoar. Una de las hijas decía:
—Pero madre, no alegues tanto; tú tampoco fuiste capaz de reclamarles nada, siempre culpas a mi padre de todo.
—¡Ahhhhh! Claro, porque uno tiene buena educación y deja hablar al marido. ¿Ustedes creen que les tengo miedo a ese par de monstruos? No porque mi marido no tenga agallas, por no decir otras cosas, yo no voy a ser capaz de cantárselas claras, ahora van a ver..... —y partió de vuelta, subiendo el camino por el que recién había bajado.
Ya la mitad del sol había ascendido en el horizonte.
La mujer en su carrera se cruzó con Lot que venía bajando y este trató de detenerla.
—Mujer, ¿dónde vas?
—¡A cantárselas claras a ese par de amigotes tuyos! ¿Qué se habrán creído?, que por que ellos son ángeles......
—¡Mujer, espera!
—Tú espera. Y ora todo lo que se te antoje, que yo te voy a enseñar lo que es tener pantalones.
—¡Espera! Recuerda que nos advirtieron que no debíamos de volver atrás.
La mujer lo ignoró, e incluso apuró el paso hasta llegar a la cumbre de Ben Hasset, desde donde comenzó a bajar hacia Sodoma.
Lot vio como su mujer desaparecía en la cumbre y recordó las advertencias del ángel: «Por ningún motivo volváis atrás».
Trató de detenerla y comenzó a correr cuesta arriba.
En ese momento sobrevino la gran luz.
Fue como si cien soles se encendieran al mismo tiempo.
Después de dos o tres segundos vino el ruido, algo similar a mil truenos que se fueron desencadenando poco a poco, y después la pequeña onda expansiva, que pasó apenas a unas decenas de metros sobre la cabeza del aterrado Lot, protegido por las cumbres de Ben Hasset.
De todas maneras la onda sísmica lo botó al suelo, y allí permaneció sin entender lo que estaba ocurriendo.
Algunos instantes después, un pesado olor a azufre comenzó a sentirse en el ambiente. Era el sulfuro de selenio ocupado en el iniciador, el que además hacía la reacción más limpia.
Como la fusión se realizaba sobre los 8.000º C y a nivel de los componentes del núcleo, los elementos cambiaban aleatoriamente, teniendo los más fantásticas consecuencias sobre la materia orgánica.
El hidrógeno, por ser un elemento tan simple, desaparecía, formando átomos y moléculas más complejas. Así es como las moléculas de agua eran reemplazadas por sales de calcio, sodio o silicio.
Finalmente después de varios minutos Lot logró ponerse de pie y recordó el incidente con su mujer. Trepó los 50 metros que lo separaban de la cumbre y miró hacia abajo. ¡No lo podía creer! Todo el paisaje había cambiado.
Donde poco antes aparecían orgullosas Sodoma y su vecina Gomorra, ahora sólo se veía una neblina espesa.
Restos calcificados de árboles y objetos domésticos se veían por doquier.
La atmósfera ahora se había tornado mucho más fétida e irrespirable.
A pesar de que se encontraba en la cima y miraba hacia abajo, su mujer no se veía por ninguna parte.
Después de algunos instantes de desconcierto comenzó a bajar la pendiente hacia lo que antes había sido Sodoma.
Curiosamente el suelo estaba caliente y duro, por lo que era bastante difícil bajar, ya que sus sandalias resbalaban en ese extraño piso.
Trató de ayudarse con las manos para bajar, pero la temperatura del suelo era muy alta, lo que empezó a causarle dolor y quemaduras.
Bajó como 30 metros, por lo que aún se notaba que era la silueta de un camino, y de repente notó que casi pegada al cerro se alzaba una extraña piedra.
Se acercó un poco más y comenzó a notar los detalles.
¡No, no podía ser!
Pero sí, era. Esos ojos pequeños y esa boca curvada hacia abajo en señal de mala leche, las conocía demasiado bien. Ese grueso bello bajo la nariz, sobre el labio superior...
Parecía una estatua de su mujer, pero ¿quién se iba a mortificar en hacerle una estatua a ese energúmeno?
En eso estaba pensando cuando recordó las palabras del ángel Samaniel:
—Pase lo que pase, no volváis ni miréis hacia atrás.
Luego recordó todas sus oraciones.
¿Podría ser?
Se acercó más aún, y mojando su dedo índice en saliva lo pasó por la frente de la estatua, luego lo puso en la punta de su lengua.
Sabía a sal.
¿Podría ser?
En eso estaba cuando vio cómo, a la distancia desde el este, más allá de donde habían estado Sodoma y Gomorra, un punto luminoso cuyos colores cambiaban del amarillo al rojo y al violeta, se elevaba hacia el cielo y luego haciendo un brusco viraje se perdía en el infinito.
¡Sí, era una señal!, ¡Era el Carro de Fuego de los ángeles!
Allí lo comprendió todo.
Una amplia sonrisa de felicidad llenó su rostro y luego echó a correr como enajenado cuesta arriba, saltando y riendo.
—¡¡GRACIAS SEÑOR!! por escuchar los ruegos de este humilde servidor, GRACIAS SEÑOR por escuchar mis oraciones, ¡Por fin me la quitaste de encima! Tú me la diste, Tú me la quitaste: GRACIAS, GRACIAS.
REALIDAD ACTUAL
En el lugar bíblico en que alguna vez se levantaron las ciudades de Sodoma y Gomorra (Ammorha), existe hoy una gran depresión. Allí se ha formado algo que hemos dado en llamar el Mar Muerto y que se encuentra a cerca de 400 metros bajo el nivel del mar. Ese es el lugar más bajo del planeta. Tiene 76 Km de largo por no más de 16 de ancho y a lo largo sirve de límite entre Israel y Jordania.
El llamado Mar Muerto es en realidad un lago, donde es tal la concentración de sales, que no permite la existencia de ningún organismo vivo. El agua es viscosa y tan densa que una persona puede flotar sin necesidad de moverse o nadar.
Su formación es reciente y se debe a la acumulación del agua que proviene especialmente del río Jordán y de una serie de arroyuelos que bajan de las montañas vecinas, incluyendo a las termas de Maen y Wadi Al Mowgib.
Esta agua ha estado fluyendo por siglos hacia la depresión sin tener salida, disolviendo de esa manera las sales existentes en el terreno, tales como cloruro de sodio, cloruro magnésico, cloruro de potasio, bromuro magnésico y muchas otras sustancias. Luego se ha ido evaporando debido a las altas temperaturas y a la gran radiación solar, existente en el lugar, transformándose en la «sopa» que es actualmente.
Al Este se encuentra la meseta de Moab, a cuyas montañas de hasta 1.200 metros de altura, hasta hace poco era muy difícil llegar, incluso a pie. Trozos de roca negra fundida aparecen a cada rato en los alrededores, en formas que no son nada de comunes en la naturaleza.
Según la opinión de los geólogos, un gran evento debe de haber ocurrido no hace mucho tiempo, probablemente el responsable de los cambios en el entorno del lugar, ya que según ellos, las capas geológicas están exactamente al revés, como si alguien las hubiera dado vuelta. Hay trozos de roca que están vitrificados, proceso que para efectuarse necesita, altísimas temperaturas.
En la actualidad se ha construido una carretera que rodea las montañas y desde la cual, saliéndose un poco, se puede llegar a este lugar, el que aún ni siquiera tiene nombre.